La industria de telecomunicaciones se podría describir como un círculo vicioso en el que los tópicos del pasado lejano reaparecen continuamente como novedad inesperada. Un tema que ha probado tener más fortuna y resistencia es el de los operadores móviles virtuales (OMV). También conocidos como MVNO, por sus siglas en inglés, estos operadores ofrecen servicios móviles al usuario final revendiendo la capacidad contratada a un operador tradicional. La mayor diferencia entre un OMV y un simple revendedor es que el operador virtual cuenta con su propia plataforma de facturación, tiene la capacidad de ofrecer servicios diferenciados y cuenta con una identidad corporativa propia.
Los OMV hicieron su primera aparición en Europa durante la década de 1990 sin mayor impacto en sus respectivos mercados hasta la aparición de Virgin Mobile en el Reino Unido en 1998. La llegada de este operador significó un cambio de paradigma, desde entonces el rol de los OMV mutó de ser mayormente una figura pasajera utilizada por algunas empresas mientras esperaban a las nuevas licitaciones de espectro radioeléctrico a conformar un negocio permanente.
Como la memoria es algo peculiar y en el caso de los OMV se tiene la tendencia de olvidar el gran rechazo que este modelo vivió entre 1998 y 2001. En ese tiempo se llegó a equiparar a estos operadores con parásitos que poco contribuían a la cadena de valor del servicio de telecomunicaciones y se les posicionó como amenaza para el éxito de las redes UMTS pautadas a aparecer comercialmente en 2001. Ante este panorama, el gobierno de Italia prohibió inicialmente la entrada de OMV.
La extravagancia y exageración de expectativas imperante en estos años llevó a operadores en Reino Unido y Alemania en el 2000 a hacer ofertas excesivamente alta por bandas de espectro radioeléctrico que sería destinado para el lanzamiento de UMTS. No obstante, el desinfle de la burbuja de las telecomunicaciones con sus numerosas quiebras y objetivos no cumplidos sirvió para alterar la percepción global hacia los OMV. Muchos de quienes los criticaban en el pasado, pasaron a elogiarlos como nuevo canales de ingreso que sirven para sustentar la expansión de redes y adopción de nuevas tecnologías.
Todo lo anterior se daba en un contexto donde el principal negocio de los operadores virtuales era la voz, siendo los datos un ingreso incipiente a manos de los mensajes de texto. El gran desafío – al menos en Europa – era como monetizar con las redes 3G nuevos servicios de datos que desde finales de la década de 1990 con el iMode generaban cantidades atractivas de dinero a NTT DoCoMo de Japón.
La llegada de los OMV a América Latina dependerá de la óptica desde que se contemplen. Hay quienes consideran como prehistoria de este modelo el hecho de que Antel le alquilara espectro a BellSouth en Uruguay antes de que este operador obtuviese sus propias concesiones de espectro. Lo mismo podría decirse de CTBC que en Minas Gerais rentaba parte de su espectro a Vivo para que este operador pudiese ofrecer servicios a sus clientes CDMA en esta importante zona geográfica de Brasil.
Sin embargo, el primer operador considerado como OMV en América Latina fue COTAS Móvil, de la Cooperativa de Santa Cruz en Bolivia. El objetivo, muy noventero, de COTAS era mantener su operación virtual hasta que las autoridades le concediesen su propio espectro radioeléctrico que le permitiese construir su propia red móvil y ofrecer servicio sin depender de terceros. Esto nunca sucedió y luego de numerosas modificaciones a un contrato con Nuevatel que parecía tener la extensión de la Biblia, la cooperativa decidió salir del negocio móvil.
Esta primera etapa de los OMV dejó grandes lecciones en la región. La más importante, es identificar como principal desafío que enfrentan en América Latina los OMV el poder contar con un operador móvil de red (OMR o MNO por sus siglas en inglés) dispuesto a rentarle capacidad. Una vez solventada esta dificultad el principal obstáculo que enfrenta el OMV son las estipulaciones contractuales – usualmente draconianas – que le impone el OMR. Es por esta razón que el desaparecido COTAS Móvil de Bolivia cesó de operar pues no se le permitió ofrecer servicios a nivel nacional. Asimismo, un tema no menor para un buen recibimiento de los operadores virtuales es la disponibilidad de espectro, pues aquellos operadores que aleguen enfrentar congestión en sus redes seguramente no estarán dispuestos a hospedar a un operador virtual que podría dar prioridad al tráfico de datos sobre el de voz.
La segunda ola de esta vorágine virtual en América Latina surge como consecuencia de la entrada de Virgin Mobile en los EEUU y el éxito acumulado luego de sus primeros años de operación. La importancia de que este modelo se probara como viable en un mercado donde el OMV de MCI Worldcom había fracasado disparó la celebración de numerosos congresos de telecomunicaciones y la exuberancia de numerosas empresas que consideraban que cualquier diferenciador sería suficiente para ser exitoso comercialmente.
Mientras surgían OMV en EEUU impulsados por empresas como Disney o ESPN, en América Latina se observaba un deseo inusitado de los gobiernos de acelerar el arribo de los OMV. Así que por estos años en la región se vivió una época centrada en repetir a nivel latinoamericano los discursos extravagantes que se escuchaban en los EEUU. Hubo quien sugirió modelos de negocio irreales como el que clubs de fútbol como Driver Plate Argentina o América de México lancen su propio OMV. Lo más llamativo de esta época es que daba la impresión de que el modelo de los operadores virtuales era “Made in USA”.
Así que con el paso del tiempo, hubo nuevos indicios de interés en OMV en América Latina. Entre estos nuevos emprendimientos ser observó la efímera vida de Azteca Mobile en México, la evolución de Diemo en Venezuela y la desesperada situación de Alegro en Ecuador. Por esta razón no era sorprendente escuchar desde Brasil, el país que presenta mayor oportunidad de crecimiento para los OMV, a numerosas empresas que van desde el sistema de correos a clubs de futbol, supermercados y alguno que otro operador fijo pregonar su interés en ser operador virtual. Eventualmente algunas de estas promesas se materializaron, pero la gran mayoría se quedaron como titular de periódico.
Los principales candidatos para OMV en estas primeras dos etapas eran operadores de telecomunicaciones que carecen de una oferta de servicios móviles, empresas con clara diferenciación en aspectos como logística o aquellas que puedan ofrecer un valor agregado a sus usuarios. También se observó casos donde el principal interés de los operadores fue lanzar servicios de OMV en otras geografías con el objetivo de incrementar su clientela potencial al apelar primordialmente al sector inmigrante.
Pero todo cambia y todo sigue igual… Hace ya varios años que en América Latina nos encontramos en lo que podría denominarse la tercera etapa de evolución de los OMV en la región. En esta etapa ya el mercado objetivo deja de ser el sector masivo para entrar en modelos centrados en cuentas corporativas de pocos clientes y grandes ingresos. Asimismo, el rol de las comunicaciones máquina a máquina o la utilización de intermediarios como un habilitador de OMV (MVNE por sus siglas en inglés) por una gran empresa nacional que busca reducir costos operativos se presenta como posibilidad interesante.
La principal diferencia de los operadores virtuales de esta tercera etapa es que llegan a un mundo donde la voz es cada vez menos relevante y el principal diferenciador son los contenidos. Y mientras en Europa y EEUU la gran proliferación de los OMV surge cuando sus mercados aún promediaban 50% de penetración, América Latina se presenta con menor ingreso per cápita y niveles de adopción celular que sobrepasa el 120%. El juego ha cambiado drásticamente y solo veremos a empresas surgir como OMV de gran éxito a aquellas que puedan quebrar la tradición y abrazar las nuevas oportunidades que se presenta en un escenario dividido en tres grandes segmentos: tuberías, contenidos y el internet de las cosas.
Referencia
La imagen es de Pixabay.