El sector de telecomunicaciones de América Latina ha sufrido grandes cambios durante los pasados treinta años. Desde una perspectiva regulatoria, el cambio más significativo ha sido la proliferación de entidades de gobierno creadas con el objetivo de regular este importante sector de la economía de un país. Aunque no lo parezca, muchas de las quejas contemporáneas que escuchamos a nivel latinoamericano acerca de los grandes atrasos existentes en el marco de regulación de las tecnologías de información y comunicaciones (TIC), simplemente proyectan como la innovación tecnológica y la adopción masiva de los servicios de telecomunicaciones superó las expectativas de todos.
Claro que el desarrollo institucional fue acompañado por la formación del capital humano. Apenas hace tres décadas la cantidad de expertos en temas de regulación y tecnología era ínfima, con el paso del tiempo se ha visto un mayor énfasis en incrementar la oferta universitaria de cursos relacionados con las TIC en diversas facultades, no tan sólo en la de ingeniería. En este sentido, Colombia ha hecho un excelente trabajo al apoyar programas universitarios centrados que van desde el derecho de las tecnologías de información hasta el uso de las nuevas tecnologías en la educación.
De esta manera, también centros de estudio centrados en las telecomunicaciones han ido surgiendo en varios países. Su objetivo principal es el estudio de la dinámica local de este importante sector, sin olvidar la experiencia internacional regional y global en temas tan importantes como la interconexión, la radiodifusión y la regulación. Desde México a la Argentina, pasando por Jamaica hemos ido presenciando un mayor número de entidades académicas abordar el estudio de las telecomunicaciones desde perspectivas alejadas del lenguaje ingenieril. Ahora temas que van desde la dinámica competitiva y el derecho hasta la psicología de comportamiento y la economía han sido entrelazados para ver cómo se puede maximizar el beneficio que las TIC brindan a la sociedad.
Este cúmulo de conocimiento junto a un mayor número de expertos ha sido responsable de que luego de menos de treinta años, encontremos países como Colombia o Argentina debatiendo abiertamente por tercera ocasión cómo reconfigurar el presente marco de regulación con el objetivo de hacerlo más dinámico y convergente.
Personalmente yo le asigno mucho cuidado a la palabra “convergente” pues muchas veces se utiliza en demasía sin que necesariamente se sepa a qué se refiere el interlocutor al utilizar la misma. No se puede interpretar convergente como una licencia de libre albedrío fuera de los parámetros que impone la regulación. Hablar de multiplicidad de servicios es necesario, pero es una conversación que obligatoriamente debe incluir temas de cómo mejorar el poder adquisitivo de las personas, modernizar la infraestructura de servicios básico como la sanidad, la electricidad o acceso a agua potable, pavimentar las calles y dar una educación lo suficientemente buena para que todos los niños tengan la oportunidad de llegar a universidad. Asimismo, estos esfuerzos pedagógicos deberían ser suficientes para que los mayores puedan reaprender habilidades y poder ganarse la vida en un nuevo empleo.
Desde una perspectiva regulatoria, lo que sí queda claro en la actualidad es la necesidad de los gobiernos latinoamericanos de poder coordinar con todas las entidades de regulación de los distintos segmentos de la economía como será su proceso de digitalización. Hace tres décadas en mercados como Brasil la pregunta era como poder ahorrar los miles de dólares necesarios para lograr una conexión de telefonía fija en ciudades como São Paulo, en la actualidad es como armonizar la digitalización de nuestro entorno para maximizar las economías de escala e incrementar la eficiencia y productividad, sin olvidarnos de un teórico mayor tiempo de ocio.
El presente es claro, sabemos cuál es el objetivo final de las distintas economías de la región. También aceptamos que no todos los países lograrán entrar de forma temprana en estos procesos de digitalización y eso, potencialmente, podría tener efectos negativos en su desarrollo. Aunque duela, las carencias tan obvias de Venezuela, las disrupciones democráticas de Nicaragua en conjunto a la necesidad y pobreza de Haití, hacen que sea poco viable una digitalización a corto o mediano plazo de la economía de esos mercados.
Una viabilidad que depende de la coordinación de esfuerzos para que la misma sea exitosa en el menor tiempo posible. Condición no menor que parece no cumplir Puerto Rico, colonia estadounidense que ha decidido eliminar al ente regulador dedicado a las telecomunicaciones para establecer uno con menos personal y alcance. Incomprensible acción cuando se habla de futuro y progreso pero que establece formulas institucionales de otra época, esas que estaban preparadas para atender las necesidades existentes durante el siglo pasado.
Los pasados treinta años también tuvieron un gran impacto en la transformación de la oferta de servicios, lograron redefinir el rol del operador de telecomunicaciones. La antigua separación de redes infraestructura por servicios fue rebasada hace años dando paso a la famosa concentración de los mercados del sur o la célebre consolidación de aquellos arropados por las playas del Caribe. La celeridad con la que han ocurrido los cambios en los pasados quince años ha pavimentado el camino hacia redes completamente digitales que solo se preocupan en llevar datos.
Supuestamente, no siempre funciona de esa manera, la experiencia del usuario al utilizar servicios en este nuevo mundo IP no debería mostrar diferencias con el pasado. Pero al final de cuentas, de lo que hablamos es de una tubería que reparte todo lo que el cliente desee obtener siempre y cuando sea en formato digital – tubería que debe ser lo suficientemente ancha para evitar congestionamientos que deterioren las señales que emite y recibe el usuario.
Tan solo queda recordar como a principios del presente siglo, se hablaba de un doble juego por una misma red, ahora los genios de la publicidad incrementarán el número de componentes del juego según las unidades generadoras de ingreso que les sean contratadas. Claro, que aquellos servicios similares obtenidos por parte de terceros no merecen ser parte de esta modernidad. Modernidad que se va ensombreciendo ante una ineludible realidad: cada vez más serán los servicios ofrecidos por empresas distintas al proveedor de servicios de telecomunicaciones.
La creatividad publicitaria a veces no es suficiente y todo indica que la transformación de prestador de servicios a tubería conlleva demasiados riesgos. Cuando todos cuentan con la misma plataforma, con infraestructura de las mismas empresas y los clientes se conectan con exactamente los mismos modelos de teléfono inalámbrico lo que queda es competir en diferenciación teniendo en cuenta que los jardines cerrados de contenido en su momento ya mostraron ser un fracaso.
Por mi parte sólo me queda preguntar: ¿qué jugador no tradicional irrumpirá la tranquilidad de las telcos?
Referencia
La imagen es de Pixabay.