Los pasados días han protagonizado el mayor espectáculo deportivo de la actualidad: los Juegos Olímpicos. Por poco más de dos semanas, el planeta parece tomar un alto para contemplar en un mismo lugar a los mejores atletas de la actualidad competir, no por dinero, sino por gloria. Alcanzar en un podio olímpico una medalla y para unos pocos privilegiados el honor de escuchar el himno natal mientras ve enarbolar a su bandera.
Luego, sin importar la transmisión, pasamos a la gran lista de auspiciadores, que con grandes cantidades de dinero se aseguran tener su marca por todos lados. A nivel nacional, nunca falta que los atletas (muchísimos de ellos olvidados por sus respectivos comités olímpicos) sean felicitados en fotomontajes en los que las marcas de los auspiciadores parecen tener mayor protagonismo que el atleta.
Y como esto no es suficiente, nunca falta el político de turno que se achaque responsabilidad por los logros de los atletas aunque su mayor mérito olímpico es asistir como parte de la audiencia a distintos juegos a besuquearse con su pareja o mantenerse en la distancia tratando de hacer olvidar al pueblo que en un momento impulsaba las ventajas que tiene que los legisladores y senadores mientras ejercen su cargo público puedan también trabajar en el sector privado. Hay de todo en la viña del señor…
Lo anterior no quita que los resultados de los Juegos Olímpicos se han presentado de mayor o menor forma como uno de los principales temas de conversación de los últimos días. Independientemente de la predilección en disciplinas deportivas o la mirada furtiva para observar el desempeño de los atletas más mediáticos, lo que pasará desapercibido es el increíble crecimiento de alternativas para conocer los resultados de estos juegos.
Desde el inicio de los Juegos Olímpicos modernos en el 1896 las redes de telecomunicaciones han cumplido un rol vital en la diseminación de los resultados. Claro que las diferencias son enormes cuando comparamos servicios audiovisuales desde un celular a breves reportes transmitidos por medio de telégrafo en las postrimerías del siglo XIX. Reportes que tenían que esperar su turno para ser integrados en la prensa escrita de cada localidad.
Tampoco existía el presente interés de todos los países que observamos en la actualidad. La resurrección de la llama olímpica por Pierre de Coubertin atrajo en los primeros Juegos Olímpicos a 14 países y una delegación mixta de atletas de varios países compitiendo juntos. Chile fue la única representación latinoamericana en estos juegos.
Los juegos continuaron su curso, la cantidad de países fue incrementando y en algunas disciplinas como el fútbol las reglas iniciales que vieron coronarse como primer campeón olímpico de las Américas a Canadá fueron cambiadas para convertir este torneo, aunque sea por unas pocas ediciones, en el campeonato mundial de fútbol. Avances tecnológicos fueron acompañando la expansión de los juegos dando paso en unas pocas décadas al desecho de las redes de telégrafo para acariciar la posibilidad de reportes telefónicos y narraciones radiales.
Las transmisiones radiales de algunos eventos jugada a jugada sirvieron para llevar la emoción a múltiples localidades y hacer propio actividades que se veían tan lejanas en el escueto resumen que aparecía en una hoja de papel. El crecimiento en la adopción de la radio, le llegada de la televisión y eventualmente las transmisiones en vivo a grandes distancias gracias al arribo de la tecnología satelital continuó masificando la importancia de una competencias que para muchos pequeños países destilaban ese patriotismo y orgullo que a veces era prohibido localmente.
Puerto Rico, por ejemplo, tuvo un inicio olímpico en términos logísticos un poco complicado debido a su relación política con los Estados Unidos. En el 1948 la prohibición impuesta ese mismo año por el gobernador de turno al aprobar la Ley 53, conocida localmente como Ley de la Mordaza, imponía la cárcel a quien se arriesgara a tener, entre otras cosas, la bandera mono-estrellada pues cualquier objeto que pudiera ser interpretado como propaganda a favor de la independencia era considerado ilegal. Para solventar esta situación, la delegación marcho con una bandera blanca que mostraba al escudo de armas del país y el nombre Puerto Rico en letras rojas.
Como ningún atleta ganó medalla de oro, se evitó la pesadilla logística vivida en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1935, donde a pesar de desfilar con la bandera mono-estrellada las cinco medallas de oro obtenidas fueron recibidas escuchando el himno del país sede, El Salvador, al no poseer el territorio estadounidense un himno oficial aprobado por las autoridades insulares.
Durante los Juegos Olímpicos de 1952, Puerto Rico se convirtió en el primer país en desfilar con dos banderas en el evento: la blanca con el escudo de armas ya utilizada en los juegos anteriores acompañada de la bandera de Estados Unidos. Por casualidades de la historia, durante los juegos al aprobarse la Constitución del territorio estadounidense, el nuevo gobernador no sólo quita el veto a la bandera mono-estrellada sino que la convierte en bandera oficial de la isla. En Finlandia, se lleva a cabo una pequeña ceremonia donde se arrían las dos banderas con las que desfiló Puerto Rico para izar por primera vez la mono-estrellada.
El tema del himno fue solventando al convocar un certamen para escoger la letra y música del himno pero el mismo fue declarado desierto. Por lo que se decidió en la música creada para una danza en 1867 pero cambiando la letra original (considerada muy subversiva por el gobierno estadounidense) por una escrita en 1903 por un poeta español y que era utilizada ampliamente en las escuelas del país.
Pero regresando a los Juegos Olímpicos, El crecimiento de este evento en el número de espectadores, cobertura periodística y transmisiones en vivo tuvo como consecuencia no buscada el crear un increíble escaparate donde las tensiones políticas eran revividas para ser canalizadas de forma positiva y, desgraciadamente en 1972, con un saldo imperdonable de sangre. Un par de boicots tan absurdos como inentendibles, dieron paso a Juegos Olímpicos en el que la tecnología comienza a ser parte integral del evento.
La proliferación de redes celulares, la masificación del Internet y la explosión de nuevas formas de compartir y crear contenidos lograron que los juegos olímpicos se volvieran algo muy cercano. Aprendimos a conocer la historia de protagonistas de nuevos y viejos países. Entendimos que el simple hecho de poder representar a un país y clasificar a los Juegos Olímpicos colocaba a cada uno de los atletas en un grupo selecto de personas capaces de superar en su disciplina a los miles de millones de seres humanos que nunca competiremos en estos juegos.
Todo lo anterior se fue dando de forma natural, con países utilizando los juegos para resaltar sus avances en infraestructura. Los Juegos Olímpicos (al igual que el Mundial de Fútbol) son mega-eventos que tienen como función promover el país como centro de inversión, estabilidad e innovación tecnológica. Es por tal razón que en el 2002 el Mundial de Corea y Japón se le conoció como el Mundial 3G con el enfrentamiento entre UMTS (Japón) y CDMA EV-DO (Corea) mejor conocidas como 3G.
Brasil ya para 2013 exigía a los operadores tener cobertura LTE en todas las ciudades sede de partidos de la Copa Confederaciones, requisitos que obviamente se fueron expandiendo para el Mundial del 2014 y que para estas Juegos Olímpicos ya cubren a más del 50% de la población de ese país. A futuro tanto para el Mundial de 2018 como para los Juegos Olímpicos de 2020 los países sede han prometido lanzamientos de 5G.
Finalmente, algunos notarán que nunca utilizo la palabras “Olimpiada” para referirme a los “Juegos Olímpicos,” es adrede. Los Juegos Olímpicos es el evento donde por 16 días compiten los atletas en múltiples disciplinas. Olimpiadas es el término que se da al periodo que transcurre entre el final de unos Juegos Olímpicos y el comienzo de otros.
Referencias
Foto principal de Pixabay.
Bandera usada en Juegos Olímpicos de 1948 es de WikiLeaks.