Casi siempre que se celebran foros de telecomunicaciones es normal presenciar cómo se hiperboliza la realidad. Repentinamente el futuro se hace pasado y la necesidad de adoptar nuevas tecnologías de telecomunicaciones pasa a tener propiedades de misión crítica. Quien no cuente con tecnología de punta quedará condenado al ostracismo, se transformará en pintura rupestre de Altamira.
Mi experiencia hace unas pocas semanas en un evento celebrado en Bogotá, Colombia, no fue muy distinta a esa realidad que vengo viviendo desde la última década del siglo pasado. Cambian los acrónimos pero los temas principales se continúan repitiendo en una industria donde los derechos de propiedad intelectual, los intereses políticos y el deber de satisfacer a los accionistas, tienen un rol mucho más importante que el que comúnmente se refleja en los medios noticiosos.
El evento continuaba su curso con varios representantes de prestadores de servicio de telecomunicaciones hablando sobre los obstáculos que enfrentan en sus esfuerzos de incrementar la cobertura de sus redes en el país sudamericano. Era un discurso donde dos caminos se cruzaban para volver a alejarse dependiendo del interlocutor, era el enfrentamiento de la posibilidad de ofrecer nuevos servicios y el deseo de incrementar las cargas impositivas para el recaudo de fondos. Mientras esto ocurría, se perfilaba como esperanza la aprobación de una ley de telecomunicaciones que serviría para aliviar el peso económico que implica desplegar infraestructura en los 1101 municipios que tiene el país.
Hablar de cómo se deben armonizar procesos legales para la instalación de redes de infraestructura es sumamente importante si lo que se desea es hacer su despliegue más barato y rápido. No obstante, pocas veces se presentan las diferencias existentes en montos de inversión requeridos por redes disímiles ya sea por los servicios que estará ofreciendo o por el tipo de tecnología a ser utilizado. La oferta de servicios de banda ancha de 20 Mbps por medio de redes inalámbricas fijas versus fibra óptica versus par de cobre requiere de un esquema de red con componentes distintos lo que a su vez implica una estructura de costos diferente.
Asimismo, el mercado potencial que pueda tener un operador minorista es distinto al que pueda optar uno limitado a ofrecer servicios mayoristas. Sólo los costos de adquisición de clientes y el tipo de contrato que el operador mayorista firma con cada uno de ellos no se comparan con los de activar una línea prepago. Lo que sí tienen en común estos operadores es que la expansión de su red es costosa y, si no se cuidan las cuentas, pueden retrasar la llegada de tecnologías más recientes por el simple hecho de no haber podido recuperar la inversión hecha en la tecnología anterior.
Tal vez por esta razón daba la impresión que los operadores de telecomunicaciones colombianos parecieran estar un poco reacios a contemplar a corto plazo un lanzamiento comercial agresivo de 5G, pues sería apresurado en un mercado que aún tiene mucho que crecer en la adopción de LTE y que sufre de un fenómeno muy importante en el mundo de los servicios móviles: el recambio de teléfono celular entre los usuarios es lento y enfocado en dispositivos de gama media a media/baja.
Según cifras de la consultora Counterpoint Research durante el primer trimestre de 2019 los teléfonos móviles inteligentes de gama baja constituían el 80% de las ventas en el mercado. En otras palabras, teléfonos que no necesariamente están equipados para soportar nuevas tecnologías o aplicaciones pesadas que requieren de sistemas operativos avanzados.
El aspecto negativo de algunos foros de telecomunicaciones es la presencia de quienes piensan que el fin justifica los medios. Lo importante es mover su agenda aunque esto se haga a través de la demagogia y la mentira. Desgraciadamente este evento no fue la excepción y en medio de una presentación el representante de una empresa de satélites afirmó que las transmisiones de datos que se hacen por satélites de baja orbita (LEOs por sus siglas en inglés) son más rápidas que las hechas por fibra óptica, “tienen mayor velocidad”. ¿Lapsus mental? ¿Desinformación mal intencionada? ¿Confusión entre velocidad y latencia? A menos que un futuro Premio Nobel haya descubierto como superar la velocidad de la luz, el comentario es irresponsable y hace más daño que bien a la industria satelital.
Finalmente fue mi momento para hablar acerca de 5G, recordándoles que no es un estándar sino un término comercial que se puede utilizar y ha sido utilizado para denominar varias tecnologías. Entonces hice un alto para hablar de la necesidad de los distintos gobiernos de la región de prestar atención al otro dialogo que se está dando en relación a la inclusión social y la innovación tecnológica. Esa posibilidad de acceder a aplicaciones de misión crítica, realidad aumentada o interacción en tiempo real con otros usuarios.
Colombia es un país donde el 27% de la población (alrededor de 13 millones de habitantes) viven con menos de US$ 80 dólares mensuales. Pretender que ese segmento de la población estará dispuesto a adoptar nuevas tecnologías de forma inmediata es un sueño. Cuando la prioridad es dar de comer a la familia, asegurarles un techo y una educación pensar en cómo una aplicación móvil me conectará más rápido con la Superintendencia de Industria y Comercio para levantar una queja o como se pueden obtener por medio de Internet los antecedentes judiciales es un sueño de quimeras para millones de colombianos.
Por lo tanto, es importante plantearse cuáles serán las estrategias a ser contempladas por el gobierno para no seguir incrementando el número de brechas digitales existentes en el mercado y asegurar que todos los segmentos de la población se benefician de la llegada de nuevas tecnologías. Ignorar el impacto social que tiene la llegada de nuevas tecnologías solo sirve para exacerbar las diferencias los diferentes estratos económicos de la población, teniendo en cuenta que la mayor pobreza se encuentra en las zonas rurales.
Cabe recordar que cuando se hacen las proyecciones de crecimiento de una nueva tecnología, se considera el crecimiento agregado de líneas. No importa si un cliente compra una o cuatro líneas, lo que se contabiliza es cada unidad generadora de ingreso. Esto al momento de hacer estimaciones de penetración de servicios nos muestra una cara maquillada de la realidad porque lo mismo en Colombia que en México que en San Francisco o Washington DC, quien no tiene para comer no va a tener para pagar 5G u otra tecnología revolucionaría que se promociona en ferias de telecomunicaciones. Si el usuario no tiene para pagar unos pocos dólares mensualmente en una línea prepagada, menos podrá costear un teléfono que representa de dos a diez veces su ingreso mensual.
Anteriormente la brecha digital se limitaba a contabilizar los conectados a Internet versus aquellos que aún no contaban con acceso a Internet. Ahora el tema es más complicado pues incluye variables como cobertura, tecnología disponible, contenidos y, en caso que todo lo anterior sea idéntico, tipo de dispositivo con el que cuenta el usuario. En otras palabras, para en un futuro determinar cuáles son las brechas digitales de un país entre las distintas variables a ser recogidas se necesitará determinar el modelo de dispositivo con el que cuenta cada usuario, las tasas de recambio del aparato y la sofisticación tecnológica del mismo.
La llegada de 5G brinda consigo mayores eficiencias y la oportunidad de incluir un mayor número de personas en el uso de nuevas tecnologías. Decirlo es muy fácil, lograrlo es un desafío que tiene que ser atendido por todos las agencias de gobierno pues la pobreza impacta el acceso de una persona a todos los servicios disponibles en el mercado, no sólo los de telecomunicaciones.