Vivimos en una época de intenso revisionismo en ocasiones impulsado por los líderes que el pueblo ha decidido elegir. Vemos como medios audiovisuales registran un desdén oficial hacia el posible paradero de estudiantes desaparecidos para que a los pocos días surja una explicación que intente hacer plausible el comportamiento grabado en las cámaras. El nivel de reinterpretación de la realidad es tan sorprendente que hay políticos que se jactan de ser tan populares que podrían asesinar personas en las transitadas calles de Manhattan sin que esto importara a muchas personas.
El famoso refrán de que no todo es blanco o negro ha dado paso a que reine un gris distorsionado. Todo lo que contradiga el discurso oficial para a ser falso y disputable. La perfección es la orden del día para quienes ostentan el poder, cualquier cuestionamiento tiene como último objetivo la fabricación de realidades alternas o en un incorrecto entendimiento del mensaje del interlocutor.
Estamos en un mundo donde un líder puede afirmar que en su país las leyes de la oferta y demanda no aplican y en lugar de condenas y críticas el resultado es un séquito de seguidores que comienza a utilizar herramientas digitales para defender lo indefendible e inundar con contenido amigable a la postura oficial las distintas redes sociales.
La democracia adolece, la libertad de expresión no es bienvenida y la melanina nuevamente alimenta lo más macabro del ser humano. Ser poliglota pasa de ser don a pecado, cambiar de país para escapar a desapariciones no siempre es favorecido por las autoridades de turno del nuevo destino. Se respira hostilidad e intolerancia.
Orwell tuvo razón, hay animales que son más iguales que otros. El matadero de caballos tiene preferencia hacia los que no cumplen con un estereotipo ideado por el desprecio. Pero el matadero se ha innovado, el filo de las hojas es digital y la sangre binaria. Lo importante es nutrir las máquinas con el insumo necesario para crear una realidad alterna. Segmentar los sectores a ser desprestigiados para irlos dividiendo paulatinamente hasta que queden completamente solos.
Posicionar a los críticos como generadores de mentiras, incitar miedo hacia lo diferente y desprestigiar el trabajo de quienes piensan diferente. Si en las novelas de Kundera se borraban los integrantes de una foto según cambiaba la historia, ahora es posible reacomodar su presencia para fortalecer la narración oficial. Se reacomodan gestos, editan conversaciones y se inventan acciones que creen héroes de fantasía. No hay que convencer a nadie, sólo nutrir la lealtad de los que ya se encuentran convencidos.
Nos encontramos en una época donde la humanidad se encuentra saturada de información. Un presente donde las personas tienen en el teléfono celular el instrumento para verificar la información que proveen sus gobernantes.
Al mismo tiempo vivimos en un tiempo bastante peligroso, donde los apologistas de la esclavitud parecen multiplicarse. Tan solo en Estados Unidos, el lugar soñado por muchos que arriesgan su vida en búsqueda de igualdad, un porcentaje preocupante de la población piensa que abolir la esclavitud en ese país fue un error.
El revisionismo histórico no se limita a los comentarios de políticos inescrupulosos, corruptos o incompetentes. Ya se puede encontrar en publicaciones académicas, por ejemplo la última edición de Third World Quarterly, una narración alternativa que describe como los países occidentales en su labor civilizadora a través del colonialismo brindaron grandes beneficios a los colonizados. Las ventajas eran tan grandes que se recomienda a los miembros del tercer mundo a retomar la caja de herramientas que les facilitaba ser posesión de un país civilizado de occidente – dejar que el amo domine nuevamente.
Poco faltó para que desde las páginas de esta publicación exijamos que nos golpeen mientras damos las gracias. Al final de cuentas, es por nuestro bien.
La tecnología nos brinda grandes avances para la comunicación de las personas, pero no hay peor sordo que el que no quiere escuchar. Ya en el pasado se ha visto como las herramientas de comunicación se han utilizado para fines diabólicos, como la radio ruandesa durante el genocidio.
Digitalizar sectores productivos, utilizar servicios de analítica e incrementar las plataformas de comunicación siempre parecen tener connotación positiva. Por esta razón es importante estar alerta de lo que sucede en la sociedad y evitar caer en una revisión histórica que manipule los hechos. Los villanos no pueden convertirse en mártires y los héroes no deberían ser los asesinos.
Los avances tecnológicos deben continuar, la libre expresión debe fomentarse siempre y el respeto a los derechos humano es un requisito para todos. La tarea no es fácil si se tiene en cuenta que son sectores con poder y/o del poder quienes fomentan la desinformación.
Ante la sofisticación de la desinformación sólo queda educarse sobre los temas de interés, no bajar la guardia y no quedarse callado. Hay que cuestionar, preguntar y exigir que se cumplan las promesas pasadas. Hay que acabar el discurso del miedo en todos lados, una suástica simboliza lo peor de la humanidad en un cementerio, una pared o un correo electrónico.
Utilizar las innovaciones tecnológicas para hacer llegar razón en lugares repletos de mentira podría ser la única estrategia para evitar que más personas lleguen a creer que el cambio climático no es simplemente un cuento chino.
Referencias
Las imágenes son de Pixabay.