Nos encontramos en plena fiebre mundialistas. Los ojos del mundo están fijados en Rusia, cada partido promete 90 minutos de alta intensidad. Tensión que se crece con el paso del tiempo ante la ausencia de un gol, estruendo que cuando aparece es magia que transforma el malhumor en sonrisa y la nostalgia en esperanza.
Sí, el gol posee el don de unificar un país en la más grande de las alegrías. También puede sumirlo en la más soberbia de las derrotas. Queda claro que nunca se es tan bueno como nos muestran las victorias ni tan malos como nos despiertan las derrotas. Somos ese ese nebuloso punto gris donde cada cual debe ir ubicándose, hasta reconocer el valor real de lo propio. Esto sin caer avasallado ante las opiniones xenófobas de oportunistas que predican el odio hacia héroes supuestamente extranjeros, parafraseando a una peluca naranja ya hay un equipo que nos hace grandes y llena ese vacío que parecía irreparable.
Además nos encontramos en plena fiebre electoral. Cada cual con un candidato que se espera haga lo posible para complacer a sus feligreses. Son todólogos elegidos para llenar las expectativas que se tienen sobre ellos, aunque todo termine en una estúpida cacería de votos. Lo importante es recordar que todo puede llegar a ser válido. Claro que también en los momentos electorales hay elementos cotidianos que tienen el mismo impacto de un gol, sólo queda ver con cuanta credibilidad logra convencer a su universo cada candidato.
La importancia de la niñez, la justicia social, la educación y la lucha contra el crimen actúan como si fuesen tiros libres y penaltis en cualquier campaña electoral. Como en el fútbol todos saben dónde anotar, aunque depende del interlocutor lograr subir el marcador.
La tecnología en ambos mundos aparece como elemento de credibilidad. En las canchas, una revisión debería permitir evitar errores al castigar a aquellos que infringen las reglas. En el mundo electoral, su papel es similar: aumentar la transparencia. Sin embargo en ambas situaciones dependerá en la apreciación del individuo que interactúa con la tecnología. Hay que volver falible lo infalible, pero como lo exacto puede alejar a quienes no lo merecen de llevarse algún premio esto no puede ser permitido.
Sobre todo cuando se ha logrado superar una primera fase y cada enfrentamiento se vuelve decisivo. Ya cada jugada, cada decisión tiene una importancia superlativa. Tiene que estar apoyada de esa fórmula que nunca puede descartarse por completo, los sentimientos. Para lograrlo usualmente en ambos mundos se apela a elementos patrióticos. El nacionalismo vende ya sea camisetas verdes o plataformas políticas. Si en el camino se critica a los extranjeros que intentan apoyar lo local, es simple daño colateral que se logra solucionar con un par de buenos resultados a favor.
Ante tanta similitud, queda por preguntar cómo librarnos de la fiebre electoral o del aturdimiento que causa el fútbol. Los sabios que tengan la receta que la compartan pues aún con sus malas decisiones, aun con favoritismos demasiado obvios para no ser identificados o aún con protagonistas millonarios que se presentan como víctimas de la vida, continuamos apoyando cada jugada que haga el equipo que lleva los colores que nos han dicho son los nuestros.
Si no somos capaces de exigir más en un simple pasatiempo, en un juego donde veinte personas corren constantemente detrás de un balón mientras otras dos defienden su arco como si su vida dependiera de ellos. Si dejamos que nos timen en la diversión como se puede esperar que no nos embauquen en aquellas decisiones importantes para nuestro futuro. ¿Cómo poder romper con las mentiras e identificar las plataformas de política pública para las TIC mal concebidas? Imposible encontrar una respuesta cuando la raza está más interesada en saber si esta vez se logra romper la maldición y sí se alcanza el quinto partido.
Referencias
Las imágenes son de Pixabay excepto la infografía que es de Hoy Tamaulipas.