Una de las principales ventajas de participar en diferentes eventos de telecomunicaciones de América Latina es la oportunidad de ir conociendo a algunas de las figuras de mayor conocimiento en la industria. Contrario a lo que muchos podrían imaginar, las conversaciones distan mucho de realidades binarias y más cerca de cuándo la inteligencia artificial nos llevará a la rebelión de las máquinas tipo “Terminator”.
Otra ventaja de estos eventos es que en ocasiones se llegan a reunir por unos pocos días expertos de distintos países, con el objetivo de disertar sobre alguno de los temas de moda de la industria como operadores móviles virtuales, el Internet de las Cosas o todos los servicios que nos brinda la nube.
En una reciente reunión en la que me encontré con analistas de Argentina, Colombia y México, y entre discursos que describiendo la última panacea digital se me ocurrió preguntarles sobre un tema ajeno al evento. ¿Qué es lo que más les irrita e incómoda de la industria? La reacción del mexicano fue digna de una película del Santo, como si estuviese quemando mujeres vampiro, respondía: los todólogos. Con esas dos palabras se transformó la conversación, pues el no tan perdido arte de la todología pasó a ser el gran protagonista de la tarde.
¿Quiénes son los todólogos? Al parecer son aquellas personas que lo mismo saben de telecomunicaciones, física nuclear y la mejor receta de un pozole, hasta cartografía, medicina y astronomía. Son la reencarnación de Leonardo da Vinci y Catalina de Medici como estandartes vivientes de un neo-renacimiento en el que ni el más mínimo detalle sobre leyes, economía y tecnología les es desconocido.
El analista colombiano interviene para decir que desde su perspectiva, la peor característica de los todólogos es su bajo precio. Van como perros de presa tras contratos grandes en nombre pero diminutos en metálico. Mientras matan la industria con bajas tarifas, su trabajo parece limitarse a mencionar una y otra vez con qué personas han hablado en las últimas semanas. Desde su perspectiva, la todología pasa de lo indignante al insulto cuando quien la practica es un académico que se presenta como neutral.
El argentino, luego de aceptar a regañadientes que ni Maradona o Messi hicieron la cuauhtemiña en un Mundial, con un tono más pletórico comienza a explicarnos porqué el término todólogo no le convencía del todo. Según sus palabras, no puede ser todólogo quien vive de robar ideas de lo escrito por terceros para presentarnos un resumen, casi siempre tergiversado, como El Quijote de los análisis.
Personalmente creo que las tres visiones son complementarias. Por lo que se ve en la industria de consultoría y análisis en telecomunicaciones, lo importante es el interlocutor y no el mensaje. Si esto implica escupir números de forma arbitraria y sin sentido, bienvenido sea. Hay que figurar, pues un requisito importante de la todología del siglo XXI es estar acompañado de una maquina asalariada que intente proyectar el conocimiento, aunque sea prestado.
Tampoco me parece justo considerar la todología como el arte de unos pocos analistas cantinflescos. Los todólogos, para parafrasear a Facundo Cabral, dan miedo porque son muchos. Los podemos encontrar en todas las facetas de la vida, teniendo como denominador común la carencia de sustancia en sus argumentos. Por ejemplo, es muy fácil ver infomerciales publicados como artículos serios en numerosas revistas y periódicos. Son fáciles de distinguir, porque casi siempre se basan en algún artículo anterior al que han desgarrado tanto su contenido que ni crédito se le ofrece.
Pero no hay que olvidar dos importantes enseñanzas del analista colombiano. Primero, la parada al gol inglés de Higuita con su escorpión en Wembley es superior a cualquier cuauhtemiña. Y en segundo lugar, nos recordó que la simple existencia de todólogos implica que el sector es lo suficientemente importante e influyente para tener soldados asalariados en distintos frentes.
Referencias
La imagen es de Pixabay.
Una versión de esta columna fue publicada en el diario El Economista el 16 de junio de 2016.