Cuando se habla de la llegada de nuevas tecnologías de telecomunicaciones casi siempre el dialogo se limita a los mismos grandes actores de los principales centros urbanos del país. De esta manera el discurso que se va construyendo queda amoldado a esas pocas empresas que enfocan su servicio a lugares donde la densidad poblacional y el poder adquisitivo prometen un retorno de inversión positivo dentro de un periodo de tiempo razonable. Nótese que el concepto razonable cae preso de la subjetividad del prestador de servicios de turno.

Una vez se supera este primer dialogo, se comienza la plática acerca de cómo conectar a las localidades que no han sido incluidas en los planes de desarrollo de los operadores tradicionales el foco siempre recae en lo que estará planeando el sector público. Esto sucede independientemente de las obligaciones inversión o despliegue de infraestructura por una u otra concesión que hayan obtenido del gobierno. Pocas veces se cuestiona el cumplimiento de estas normas por los operadores pequeños y muchos menos por aquellos de gran tamaño.

Lo interesante de esta dicotomía es que consciente o  inconscientemente se omite la presencia de cientos de operadores pequeños que cuentan con una cartera de clientes medida en decenas de personas. Así como está la tienda de abarrotes para cubrir una necesidad, también están estos pequeños operadores presentes en comunidades donde también residen las personas responsables por los servicios provistos. Esto último no es dato menor, por ejemplo en México, si luego de una larga semana de trabajo, llega el viernes y a los dueños del operador les da por descansar pero se cae el Internet a las dos de la madrugada pues a esa hora tus vecinos/clientes te tocarán a la puerta para que arregles el problema.

Una de las consecuencias de esta cercanía es que para minimizar animosidades en la comunidad estos pequeños operadores ponen gran énfasis en la calidad de servicios, teniendo como consecuencia niveles de satisfacción superiores a los que se observan en las grandes urbes. Al final de cuentas, estamos hablando de negocios familiares que han existido por varias generaciones y que son percibidos de esta manera dentro de su comunidad.

Desafortunadamente, a pesar de su gran número como operadores, su pequeña base de clientes los hace prácticamente invisibles al mundo mediático de las telecomunicaciones. La consecuencia es que muchas veces, cuando los expertos de la industria se reúnen a buscar soluciones a los problemas existentes, estos pequeños operadores son ignorados. Esto implica que las soluciones que se proponen para resolver a los problemas no siempre son las más costo eficientes pues obstáculos que podrían ser atendidos por un proveedor local cercano al área en discusión se derivan a operadores que se encuentran en ocasiones a cientos de kilómetros de distancia. Situación que se observa sobre todo si las tecnologías a ser contempladas son inalámbricas con la capacidad de dar servicios fijos a velocidades que superen los 500 Mbps.

El olvido que sufren los operadores pequeños de México no es exclusivo pues alrededor de América Latina los ejemplos de pequeñas empresas regionales que no pueden insertarse de forma plena en la memoria colectiva de la industria son numerosos. Tal vez en este sentido sean las cooperativas de Argentina las que mayor ruido mediático hayan logrado en las pasadas dos décadas.

Aunque existen muchísimas diferencias entre los operadores chicos de Argentina y los de México hay algo que le queda bastante claro a ambos grupos: el futuro pasa por dar todo tipo de servicios de contenidos bajo una plataforma inalámbrica al mercado minorista. Las variaciones dependerán de la infraestructura que le es disponible a cada uno y como deseen de complementar su modelo con fibra, microonda, cobre o satélite. Las cooperativas argentinas han optado por un modelo de operador móvil virtual fuertemente ligado con los activos fijos ya existentes para así diversificar su cartera de servicio, minimizar costos operativos y obtener márgenes de ganancia lo suficientemente altos para justificar la inversión.

El mundo de las telecomunicaciones está atravesando una etapa donde el acceso a contenido y su desarrollo para atender necesidades locales es cada vez más importante. Este es un desafío que deben enfrentar los operadores de todos los tamaños a través de alianzas, conocimiento de su mercado objetivo y mucha atención a sus finanzas. ¿Quién mejor que los pequeños operadores rurales conoce las necesidades y gustos de sus clientes? ¿O los servicios que desean recibir?

Es por esta razón que cualquier mercado se beneficiaría muchísimo si se comienza a incorporar a los pequeños operadores en las discusiones sobre expansión de cobertura. Asimismo, estos deberían cooperar más a nivel regional para aprender de distintas experiencias. Si ya alguno que otro pequeño operador brasileño se ha dedicado a ofrecer servicio fijo inalámbrico de banda ancha donde antes no había alternativa de conectividad. Lo que se sugiere no es un imposible pero tampoco fácil, ya contamos con experiencias fallidas en la región como por ejemplo Valtron en Perú, pero también con numerosas casos de negocio viable en diversos países de la región. Como en todo negocio se requiere de suficiente financiamiento, un plan de negocios sólido y la voluntad de implementarlo.

Una vez estas tres condiciones están presentes, hace falta el reconocimiento e internalización por las autoridades de gobierno del modelo de servicios planteado por los pequeños operadores. De esta forma, podrán identificar cuando la mejor opción para atender un problema local no es una solución nacional sino que el mismo puede ser resuelto por medio de la acción de pequeños operadores locales.

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