El desarrollo de las telecomunicaciones en aquellas localidades de América Latina de menor densidad poblacional, topografía irregular y hogares de bajo poder adquisitivo depende en gran medida de la expansión de cobertura de las redes inalámbricas. Es por esta razón que uno de los temas de política pública de mayor discusión en los distintos mercados de la región es el establecimiento de medidas que impulsen el crecimiento de estos servicios ya sea flexibilizando las reglas para el despliegue de infraestructura o por medio de la entrega de espectro radioeléctricos a entidades comprometidas a su rápida explotación comercial.
La entrega de licencias para la comercialización de un servicio debe entenderse como el prólogo a una cadena de pasos que deben concretarse que incluyen entre otras cosas la importación de equipos, coordinación logística, despliegue de red, contratación de personal capacitado, establecimiento de alianzas comerciales y todo lo referente a la comercialización e imagen del servicio. Si alguno de estos elementos no cumple con las expectativas, la operación puede comenzar a experimentar momentos difíciles para su crecimiento y rentabilidad.
Asimismo, hay que contemplar cuales son todos los elementos necesarios para que la plataforma tecnológica utilizada pueda ofrecer servicios de forma satisfactoria. Desafortunadamente, muchas veces el problema en América Latina es la adopción de políticas públicas que no consideran la importancia de cumplir con todos estos pasos.
Por ejemplo, me ha tocado escuchar en numerosas ocasiones voces hablando de la importancia de acelerar la llegada de servicios LTE y la necesidad de allanar el camino para 5G siempre que cometen una importante omisión: se olvidan del rol de la fibra óptica. Contrario a las creencias de algunos, en la gran mayoría de los casos la parte inalámbrica de un operador móvil se limita a la interface aérea – el tramo de la conexión que va desde la antena hasta el dispositivo inalámbrica.
El resto de la red se mantiene conectada por infraestructura cableada (cobre, fibra óptica, etc.) que sirve como puente que habilita el intercambio de tráfico entre la antena y la red dorsal nacional. En términos de la industria a este enlace se le conoce como backhaul por su denominación en inglés – puede haber backhaul inalámbrico o satelital pero es un porcentaje bajo por los costos asociados con el uso de estas alternativas.
La evolución de las tecnologías inalámbricas que ha transformado el comportamiento comunicacional del usuario a estar centrado en servicios de voz a uno de interacción constante con un mundo audiovisual de constantes alertas y notificaciones, desde el punto técnico ha tenido entre sus consecuencias: el incremento en las cantidades de datos generados, las expectativas de su rápido transporte y la necesidad de un latencia menor para mejor experiencia en el uso de aplicaciones interactivas.
Parte del problema se puede solventar con la adquisición de mayor cantidad de espectro radioeléctrico por parte de los prestadores de servicios establecidos y de aquellos interesados en entrar en el mercado. Pero también es cierto que sólo con entregar mayor cantidad de espectro radioeléctrico la situación no queda resuelta. Las redes avanzadas de banda ancha inalámbrica necesitan contar con una conexión de backhaul lo suficientemente robusta para poder operar sin problemas.
Pensamos en una conexión WiFi donde el modem que se utiliza en la casa es un poco viejo y sólo tiene capacidad de entregar hasta 20 Mbps de velocidad. Un día el operador lanza una oferta y en lugar de estar recibiendo 4 Mbps de velocidad el nuevo servicio es de 50 Mbps. Sin embargo, como el modem WiFi solo puede entregar 20 esta será la velocidad máxima que se experimentará en el hogar hasta que se cambie el modem por uno que si pueda soportar los 50 Mbps.
En otras palabras, cuando se desea mejorar el servicio contratado hay que asegurarse que todos los componentes del ecosistema trabajan a la perfección con el nuevo entorno y reemplazar aquellos que no cumplan con este requisito.
Si regresamos al mundo de las conexiones inalámbricas de banda ancha, la fibra óptica es un componente necesario para que las velocidades prometidas por HSPA+ y LTE sean realidad. Esto presupone un problema importante en zonas no urbanas que pueden no contar con acceso a fibra óptica por alguna de las siguientes tres razones: no hay fibra óptica desplegada en esa localidad, la que pasa por los municipios no conecta a ningún nodo local o simplemente se encuentra apagada.
Bajo este contexto, sin un fuerte impulso al despliegue de fibra óptica los grandes proyectos que buscan la integración de las tecnologías de información y comunicaciones (TIC) en las distintas facetas de la economía son sólo una colección de buenos deseos.
Referencias
Una versión corta de esta columna fue publicada en El Economista de México.
La imagen es de Pixabay.