Hay quienes ven en la tecnología una gran panacea que nos permitirá salir de la pobreza, desarrollar las economías de los países más pobres y alcanzar la equidad entre todos los ciudadanos. Se ha repetido tanto que un incremento de diez puntos porcentuales en el uso de tecnologías de información y comunicaciones (TIC) avanzadas para servicios de acceso se traducen en un crecimiento del producto interno bruto que la raíz de la predicción se ha perdido.

Minimizar el impacto de las TIC a uno de causa y efecto es un grave error que puede hacer mucho daño. Las cifras citadas por tanto por estudios académicos como los publicados por entidades intergubernamentales lo que demuestran es el impacto potencial, hasta donde puede crecer la economía si las TIC son implementadas en lugares que, como bien dice el “Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo”, cuentan con tres pilares básicos: un entorno comercial favorable para el desarrollo de empresas, una fuerza laboral con las destrezas adecuadas y un gobierno que utiliza las TIC para ofrecer servicios.

En otras palabras, las TIC son un catalítico que dinamiza elementos ya presentes en el mercado y que tienen como resultado crecimiento económico. Sin una base que impulsar, el impacto de las TIC podría ser imperceptible en la economía de un país.

Claro que existen numerosas ventajas que justifican continuar impulsando el despliegue de las TIC en aquellos lugares que aún no cuentan con estas herramientas. Una de las ventajas de la digitalización es la rapidez con la que se pueden compartir contenidos. Hace apenas una generación esto era impensable tener grupos de personas en el celular con las que intercambiamos mensajes de forma constante. Lo anterior sin que la distancia de su localidad sea obstáculo.

Pasamos de un entorno donde las comunicaciones eran punto a punto y estaban casadas a un punto geográfico específico, a un nuevo entorno donde las comunicaciones pasan a ser punto a multipunto para diseminar más rápidamente las noticias que se desea comunicar.

La rapidez con la que nos podemos comunicar a cualquier parte del mundo por múltiples plataformas también tiene usos que van más allá del chisme o la plática de amigos. Ahora podemos consultar documentos de gobierno para llegar a conocer el estado real de los distintos segmentos de la economía y acceder a información comparativa de la situación en otros países que nos permite en ocasiones colocar en contexto global una situación local.

También es más fácil enterarnos de todas las acciones de nuestros gobernantes, es más difícil mantener una mentira y más sencillo pedir ayuda para verificar datos. Con las TIC se puede grabar un video de un funcionario público pidiendo sobornos o de algún político electo insultando a una persona por su origen étnico o clase social. Hasta parecería ser un elemento que aumenta la equidad social, disminuyendo la corrupción y fomente el buen gobierno.

Pero lejos de sus canonizaciones, la tecnología continúa siendo una simple herramienta que facilita el trabajo en distintas situaciones. Hay momentos donde la fechoría grabada o el insulto publicado del diputado o gobernador pueden llegar a tener repercusiones serias. En otras, podría decirse la mayoría, la vista gira hacia otro lado y el mundo de las excusas, desinterés o impotencia triunfa.

No hay que ir muy lejos, solo con mirar las redes sociales a las que pertenecemos, vemos que de vez en cuando alguien envía un pedido de ayuda para localizar a un niño o donaciones de un tipo de sangre específico. Afortunadamente casi siempre estos mensajes son seguidos por una “ya localizamos a” o “gracias por las donaciones”.

Me ha tocado vivir la otra cara de la moneda, un par de veces con contactos de Venezuela. Ellos comenzaron su pedido de sangre y medicinas como cualquier otra persona lo ha hecho en redes sociales desde su corta existencia. Luego al par de horas en lugar de un mensaje de agradecimiento lo que seguía era un segundo mensaje pidiendo ayuda con un tono más urgente y así hasta un tercer o cuarto mensaje. Aquí la angustia se posesiona de uno y la impotencia se arropa de crueldad. Dos fatalidades evitables, aún con el gran eco que es el mundo digital.

La tecnología no es una panacea que nos a libra de todos los problemas. La intervención humana es quien decide si ese mundo digital es una distracción o una oportunidad. La reacción humana es quien decide si un político imbécil se atreve a llamar a un segmento de la población violadores, ladrones y drogadictos producto de su inherente racismo recibe suficiente presión para renunciar o se le permite que la próxima vez sus estúpidos comentarios hagan referencia a la mujer como simple objeto de placer sexual. Hay quienes dicen que cada pueblo recibe el gobernante que se merece, ¿será verdad?

Así como el policía que maltrata a personas de bajos recursos es grabado con un celular, las consecuencias se darán si la indignación logra captar suficiente apoyo para impactar negativamente a las personas que toman decisiones. Por eso, muchas veces, no pasa nada.

El mundo digital nos da acceso a la mayor biblioteca que existe en el mundo. Sería lógico que esto nos permitiría reducir la cantidad de mentiras que recibimos diariamente. Sin embargo, el fanatismo y las acusaciones cada vez más frecuentes de llamar a lo que no me conviene “noticia falsa” sirven para resaltar dos elementos cada vez más comunes en nuestra sociedad: fanatismo y vagancia. Que pereza verificar datos…

Referencia

Todas las imágenes de Pixabay.

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