Uno de los temas más populares pero menos entendidos del campo de la tecnología es la inteligencia artificial. Usualmente este término evoca pensamientos de máquinas autónomas capaces de tomar decisiones por si solas basadas en la información pre-programada que posee y su interacción con el medio ambiente. Como no pensar de esta forma cuando el referente más cercano sobre este tema que posee la gran parte de la población son películas o series de televisión.

¿Pero qué es inteligencia artificial? Según la Universidad de Oxford la teoría de este concepto se refiere al desarrollo de sistema de computación capaces de desempeñar labores que normalmente requieren inteligencia humana, como por ejemplo, trabajos que requieran percepción visual, reconocimiento del hablar, tomar decisiones y traducir idiomas. Sin embargo, esto puede considerarse como la parte más básica de un sistema de inteligencia artificial. Lo que realmente lo separa de un sistema de voz interactiva (IVR por sus siglas en inglés) lo recoge la definición de la Universidad de Cambridge al mencionar que los sistemas de inteligencia artificial tienen la capacidad de “aprender por experiencia”.

Nuestro presente representa apenas el prólogo de una historia bastante larga en la que eventualmente no tendremos problemas ni con el IVR, ni con los sistemas pseudo-inteligentes que comercializan distintas empresas para la digitalización del hogar. Sistemas que podrían catalogarse en estos momentos como semi-dúplex pues el nivel de interactividad es prácticamente cero.

Como se puede inferir, la realidad es un poco distinta a lo imaginado en las películas de Steven Spielberg o las protagonizadas por Will Smith. La llamada inteligencia artificial se encuentra a décadas de lograr alcanzar las posibilidades que hasta momento son parte de la ficción. Aún no tenemos que preocuparnos porque se respeten las leyes de la robótica ideadas por Asimov o que el efecto singularidad nos lleve a una distopía donde las máquinas se rebelen en contra de la raza humana luego de darse cuenta que los seres humanos son el mayor peligro para la existencia del planeta Tierra.

El sentido de tranquilidad que puede ofrecer saber que las posibilidades a corto o mediano plazo de una guerra contra seres computarizados seas mínimas no implica que el impacto de la innovación tecnológica no llegue a impactar a millones de personas. Por ejemplo, las creciente digitalización de los procesos internos de las empresas tiene como consecuencia un incremento en el uso de robots autónomos para reemplazar a los seres humanos en labores que van desde la manufactura hasta la logística.

La consecuencia inmediata es el proceso de ajuste que debe experimentar la economía para crear nuevas posiciones de trabajo que sirvan para reemplazar las que ahora están siendo ejecutadas por máquinas. Según las investigaciones de académicos como Acemoglu y Restrepo esta transición será lenta y dolorosa pues todas aquellas personas que queden desempleadas deberán aprender nuevas destrezas que les permitan evolucionar como parte de la fuerza laboral.

Mientras esto sucede se observará un incremento en el desempleo que según los académicos Wisskirchen, Thibault Biacabe y Bormann tendrá un mayor impacto en los empleados de trabajos que requieren pocas destrezas. Esto podría dar pie a incremento en la migración tanto domestica como internacional con las consecuentes asperezas que esto puede llegar a causar entre los representantes de gobierno de las zonas afectadas. Desafortunadamente las proyecciones de estos expertos indican que en países desarrollados el impacto de la sustitución de seres humanos por maquinas puede llegar a representar hasta el 40% de los empleos que requieren bajas destrezas. Este número puede llegar a 70% en mercados en desarrollo.

Como tranquilidad para quienes puedan alarmarse quedan las palabras de otro académico, Petropoulos, quien recuerda que el proceso de renovación es cíclico y que los avances tecnológicos siempre han causado que algunos empleos se vuelvan obsoletos mientras que aparecen otros con alta demanda para personas con nuevas destrezas. Es de esperar que las nuevas oportunidades laborales que surjan en las próximas décadas estén relacionadas de alguna forma u otra con la tecnología.

Esta casi inminente posibilidad es la que en estos momentos está causando temor a especialistas en política pública que reconocen que en sus países no hay suficiente oferta de personas con el conocimiento suficiente para ocupar puestos de este nuevo mundo digitalizado. El problema es peor en mercados emergentes pues aquellos expertos que se formen localmente pueden ser tentados por los altos salarios y otros beneficios que podrían adquirir de aceptar un empleo en algún mercado desarrollado.

Por último, existe un mito sobre la inteligencia artificial que ha sido mayormente esparcido por las obras de ficción: la eventual objetividad de la inteligencia artificial. Es como si se olvidase que la información que recibe la inteligencia artificial que es basada en el comportamiento humano también incluye acciones incitadas por prejuicios y odios. ¿Cómo puede haber neutralidad en este escenario?

Referencia

La imagen es de Pixabay.

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