Uno de los principales problemas que tiene Latinoamérica es la enorme cantidad de personas que en tiempos electorales prometen acciones para ganar apoyo popular, pero una vez son elegidos caen víctimas de la amnesia. El sector de las telecomunicaciones y tecnologías de información y comunicaciones (TIC) no queda exento de esta problemática. Sobre todo, cuando durante la última década hablar de tecnología se ha convertido en tema recurrente de cualquier aspirante a altos cargos de gobierno. En sus inicios, cuando aspirantes a gobernaciones o presidencia señalaban la importancia de considerar la tecnología en sus planes de desarrollo, el futuro se veía esperanzador.
No obstante, el tiempo cura toda enfermedad e ilusión. Olvidamos que una vez el tema tecnológico entrara en el juego de promesas políticas era cuestión de tiempo para que también se insertara en maniobras populistas donde lo importante no es el fondo, sino la forma. Dar la ilusión de que se está trabajando, cuando la realidad muestra el estancamiento incomprensible de la política pública o el uso de la demagogia para intentar derrotar acciones que no vayan de acuerdo con la ideología de turno.
Obviamente hay situaciones que son más complejas, donde el estancamiento se debe al desconocimiento del sector por parte de quienes toman las decisiones de política pública. De esta manera, en Puerto Rico el congreso local aprueba un proyecto de ley que asignaba responsabilidades a una agencia de gobierno desaparecida cinco años antes y sin la certeza de que la entidad que la reemplaza tiene los recursos necesarios para atender las nuevas encomiendas. Cuando se da una situación como esta es muy difícil, o tal vez demasiado ventajoso, asignar culpabilidades.
La ignorancia sobre el sector también ha dado cabida a la mentira para tratar de frenar proyectos que podrían beneficiar al partido opositor. Por ejemplo, en Uruguay cuando se discutía la posibilidad de aprobar la portabilidad numérica, casi quince años más tarde que el resto de la región, un político se atrevió a asegurar que estaba en contra de este servicio porque había sido invento del Consenso de Washington para espiar a los ciudadanos de otros países.
Tampoco hay que dejar a un lado los intentos de ventajismo político al tratar de apropiarse de éxitos ajenos ante la ausencia de un trabajo propio. Quizás el mejor ejemplo se vea en Argentina durante el lanzamiento de imowi, un operador móvil virtual lanzado por la Cámara Argentina de Telecomunicaciones (CATEL) prácticamente sin ningún apoyo del gobierno de turno. Sin embargo, el desarrollo del evento daba la impresión de que sin la ayuda gubernamental imowi habría sido imposible. Curiosamente cuando el mismo gobierno redacta un pliego para la asignación de espectro, lo crea ignorando los pedidos por este insumo de las cooperativas dejándolas prácticamente fuera del proceso. No importa el trabajo, solo la imagen.
La situación en México tampoco es muy distinta, la administración que prometía enfocarse en conectar a todo el país lo único que ha acumulado es una colección de malas decisiones para el sector de telecomunicaciones. Desde la eliminación de la Subsecretaria de Comunicaciones hasta la publicación tardía de una Estrategia Digital Nacional (EDN) sin metas de despliegue de infraestructura, cobertura o inversión que a su vez hace inoperante a la Comisión Intersecretarial de TIC y de la Seguridad de la Información que depende de los insumos de la EDN para hacer su trabajo.
Los ejemplos muestran cómo los elegidos para impulsar el desarrollo regional acuden a promesas centradas en utilizar la tecnología como herramienta para mejorar, pero finalmente quedan en deuda. Independientemente si la inacción es justificada o no, el resultado es el mismo. Atrasos, costos incrementales y numerosas oportunidades perdidas para la población.
El desarrollo de la tecnología como instrumento de crecimiento económico y mejoramiento de la calidad de vida no debería quedar apresado por los políticos de turno. Se necesitan planes a largo plazo que excedan los términos electorales y que reciban insumos de todos los actores impactados por las TIC: academia, sector público, empresa privada y sociedad civil.
Sí, estoy consciente del arduo trabajo que conllevaría lograr este escenario y que lo más sencillo para muchos es seguir con la centenaria tradición de “prometer, pero no cumplir.”