Uno de los chistes que escuchaba frecuentemente en mis años de consultor afirmaba que, si uno creyese de forma literal la gran mayoría de los anuncios que se hacen en América Latina sobre el impacto de las tecnologías de telecomunicaciones, sus niveles de adopción y rapidez en alcanzar una cobertura poblacional de 100%, entonces el mundo en que vivimos sería distinto. Sería un mundo donde cada persona podría estar conectada simultáneamente a una multiplicidad de dispositivos con velocidades equiparables a las de la fibra óptica.

Las escuelas rurales estarían totalmente conectadas y los estudiantes tendrían portátiles, tabletas y hasta teléfonos inteligentes. Los docentes estarían recibiendo capacitaciones constantes y el resto de las entidades públicas de zonas rurales, desde hospitales hasta entidades de seguridad, podrían prestar mejores servicios gracias a la adopción de sistemas de salud virtual, teletrabajo y uso de equipos de alta tecnología para rastrear delincuentes.

Sin embargo, las promesas acumuladas a través de tres décadas nos muestran una realidad distinta, protagonizada por una multiplicidad de brechas digitales, una escasez de software en lenguas aborígenes y un comportamiento inamovible de los profetas tecnológicos que siguen prediciendo quimeras disfrazadas de bendiciones. Lo que en el pasado vimos con LMDS, MMDS o WiMAX, en el presente lo estamos viendo con 5G.

La gran diferencia es que esta generación inalámbrica sí alcanzará economías de escala, continuará siendo interoperable entre distintos fabricantes de redes (Open RAN mediante) y logrará establecer un ecosistema de dispositivo mayor al de cualquier tecnología inalámbrica que le precede. ¿En quée se parece a las tecnologías antes mencionadas? En algo muy sencillo: 5G por sí solo no va a acabar con las brechas digitales existentes, ni a solucionar todos los temas de conectividad rural y mucho menos capacitará personas en cómo usar la tecnología.

Dicho de otra manera, 5G no impondrá unilateralmente la transformación digital de los mercados. Esta tecnología es una simple herramienta que tendrá que ser utilizada por los diversos actores de la industria TIC para ofrecer soluciones a los obstáculos y problemas que enfrentan las realidades de sus mercados.

No obstante, para poder utilizar la herramienta tienen que crearse ciertas condiciones que permita su apropiada adopción y utilización. La primera de estas condiciones es un diálogo tanto horizontal como vertical a nivel país para dejar en claro cuales son los objetivos a corto, mediano y largo plazo que se tienen para esta tecnología.

El diálogo horizontal se da entre las entidades de gobierno, la academia, el sector privado y la sociedad civil. Solo de esta forma se puede intentar crear soluciones adecuadas a las problemáticas locales, por ejemplo, coordinando con universidades y otros centros de investigación. Facilitando desde el gobierno las políticas públicas que aceleren el proceso de llegada, expansión y adopción de esta tecnología. Solo de esta forma podríamos ver surgir verdaderos pioneros tecnológicos en América Latina.

Afortunadamente, varios países están incorporando distintos sectores de la sociedad en sus estrategias para 5G. Independientemente del objetivo final de cada uno, Brasil, Chile, Colombia y República Dominicana han trasladado a la acción muchas de sus aspiraciones. No todo está hecho, queda muchísimo trabajo por hacer, pero por lo menos los gobiernos de estos países entienden un elemento fundamental de los lanzamientos tecnológicos: son los operadores de telecomunicaciones (públicos o privados) quienes deciden qué tecnología lanzar, cuándo lanzarla y en qué áreas hacerlo. Los gobiernos no están lanzando 5G, su labor es establecer las condiciones apropiadas para acelerar los planes de lanzamiento de los operadores ya que estos pueden identificar que el retorno de inversión será rápido dentro de los tiempos que cada uno considere como razonables.

Precisamente aquí es cuando el diálogo institucional de forma vertical se hace imperativo. Hay que coordinar la estrategia país desde los niveles federales, a los regionales (estados, departamentos, cantones, distritos o provincias) y los locales (ayuntamientos o municipalidades) para que las implementaciones de la tecnología se den de forma armonizada. También es sumamente importante la coordinación de esfuerzos entre las autoridades de regulación con las autoridades de política pública.

Sin un diálogo entre estas entidades, los países corren el riesgo de enfrentar una realidad como la que atraviesa México, en la que se ven esfuerzos loables del ente regulador de transparentar la información estadística del país y de educar a los tomadores de decisión pública acerca de los efectos adversos que puede tener un acercamiento recaudatorio a la asignación de espectro radioeléctrico. Por ejemplo, sin un cambio de postura en el acercamiento recaudatorio del gobierno es muy difícil pensar que la anunciada subasta IFT-12 sea un gran éxito y mucho menos pueda atraer nuevas empresas a invertir en el lanzamiento de servicios en México por medio de una concesión propia de espectro radioeléctrico.

Si miramos internamente la situación de concesiones de este insumo en México la historia reciente no es positiva. Si observamos los resultados de las más recientes subastas de espectro radioeléctrico en Brasil, Chile, Colombia y República Dominicana vemos que en todas hubo bloques de frecuencias que no generaron interés del mercado. Difícil lograr ser referente regional sin el apoyo de una política pública que potencie los esfuerzos del regulador y que magnifique esfuerzos de la sociedad civil de continuar trabajando para identificar con datos las falencias del mercado como ya se observa que hace el Centro México Digital.

5G se lanzará comercialmente en México, pero a partir de un plan país que guie, su utilización e impacto será dictado por las empresas que invirtieron en esta tecnología. Es de esperar que, inicialmente sus esfuerzos se vuelquen en zonas urbanas donde está la mayor concentración de población y poder adquisitivo del país. La transformación digital que viabilice 5G se dará de forma aislada con negociaciones directas de entidades de gobierno, empresas y sociedad civil con los operadores.

Sin un cambio drástico en la política pública que no se quede en solo texto, sino que incluya implementación, las promesas grandilocuentes del impacto de 5G en México serán simples espejitos verbales que se comunican para comprar afectos.

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