Vivimos en un mundo donde no decir toda la verdad es recompensado con titulares noticiosos que sirven para convertir excusas bastante estúpidas en feroz propaganda. Así se va jugando a la política en el mundo contemporáneo, con ese melodioso populismo que alimenta al hambre de las masas por tan largo tiempo ignoradas por quienes gobiernan. Porque para muchos es fácil condenar el populismo, pero muy pocos se preocupan de explorar su origen o mucho menos entender que en la vida nada es gratis. Hasta para respirar los pulmones tienen que trabajar para ser recompensados con un poco de oxígeno.

Sin embargo, la desidia de seguir el consejo de Robert Frost y tomar el camino menos transitado tiene como resultados llegar a un entendimiento donde el camino más fácil es el más rápido y contrario a las creencias de los moralistas: hacer trampa si paga. Tan sólo basta contemplar los gobernantes de las Americas para entender como hay tanto personaje funesto liderando tantos gobiernos. No es un tema de derechas, centros o izquierdas, el incomprensible horror de la incompetencia no se casa con ninguna ideología al hacerse presente en todas.

Precisamente es bajo este entorno donde en un pasado reciente hemos visto resurgir del jingoísmo como elemento clave del resentimiento a la soledad. No poder contar con la capacidad suficiente para hablar de innovación, liderazgo o democracia. Es hacer del miedo algo cotidiano y justificar lo injustificable con la excusa de fomentar bienestar reutilizando década tras década las mismas falsedades, las mismas mentiras. Lo triste es contemplar como una gran cantidad de personas va creyendo que las amenazas son reales y van edificando en este aislamiento su propia prisión.

Desafortunadamente este microcosmos se ha ido expandiendo hasta replicarse con pocas variantes en el juego geopolítico. Pensar de forma unidimensional, descartando la rapidez con que se comparte la información en la realidad, llega a ser irresponsable. Sobre todo cuando se subestiman las reacciones de aquellos aliados que hasta ese momento solo habían recibido golpes e insultos. La magnitud que pueden alcanzar las réplicas a estos actos sólo se llegan a conocer cuando se hace un hiato a los insultos para solicitar ayuda.

Un llamado de urgencia repleto de eufemismos y completamente anacrónico. Lejos quedaron los libros de historia que nos describen como en el pasado las leyes de propiedad intelectual eran criticadas o simplemente bloqueadas en Prusia, Suiza u Holanda. Mientras que en los Estados Unidos solo eran válidas las patentes registradas en su jurisdicción sin importar que la creación haya existido por años en otras costas. El pasar de los años hizo que estos países fueran evolucionando su acercamiento a las nuevas invenciones, una transformación que los vio convertirse de receptores de nuevas ideas a desarrolladores de las mismas. Su cambio de actitud fue acompañado por un cambio en el rol que jugaban en la cadena alimenticia de la innovación. Curiosamente, este nuevo papel es incompatible con el aislamiento.

Tampoco hay que olvidar que toda historia de terror apela a la falta de seguridad de sus protagonistas. Y más allá que por décadas Hollywood siempre hacia morir al actor negro en este tipo de películas, la historia nos muestra la flexibilidad que existe en la actualidad al momento de utilizar el término seguridad. La periodista Julia Angwin en un libro relata cómo mientras entrevistaba a un agente del Ministerio para la Seguridad del Estado (mejor conocido como la Stasi) de la desaparecida Alemania Oriental, este se jactaba de que ahora investigar una persona es sumamente fácil pues la información necesaria para poder hacerle un rastreo a todos los movimientos de un individuo, este la publica voluntariamente en sus redes sociales.

Lo anterior sin obviar todos los casos de monitoreo ilegal de personas que en su momento fueron conocidos gracias a Edward Snowden o aquellos donde se ha probado que dispositivos de empresas como Amazon o Apple aun cuando no están siendo utilizados pueden estar grabando lo que ocurre a su alrededor. Es importante resaltar que este comportamiento no implica una violación a la ley pues es parte del acuerdo de uso que tiene que aceptar el usuario para poder utilizar los dispositivos de estas empresas. Ergo, legalmente no violentan la seguridad de las personas.

Evidentemente todas las definiciones y conceptos toman un nuevo significado cuando los protagonistas cambian de raíz y el concepto seguridad no es una excepción. La palabra igualdad pasa de sonrisas cercanas a las miradas recelosas ante lo foráneo. Tal vez una de las mejores alegorías la haya creado George Lucas, quien supo presentar como los intereses económicos de unos cuantos logran ensombrecer los logros de la cooperación y democracia. Lo que comenzó como batalla comercial evolucionó hasta llegar al desembarco de Darth Vader como efigie de una fe antigua que ni sus propios lugartenientes poseen, en pocas décadas la realidad de los Jedi se había convertido en mito. El poder del miedo mueve montañas y trastoca los lentes con que se percibe la realidad.

Hay quienes pueden pensar que actualmente estamos al borde de un quiebre con el orden establecido, que la tecnología es el único elemento que impone cambios en las relaciones internacionales o que la supremacía tecnológica de los últimos setenta años se encuentra en el lecho de muerte. De esta forma se comienzan a escuchar preocupaciones sobre la conquista del espacio, la necesidad de mantener la privacidad y hasta el miedo a perder una carrera tecnológica. Un sinnúmero adicional de acusaciones y apreciaciones que súbitamente tienen cientos, por no decir miles, de ramificaciones centradas únicamente en el mundo de la tecnología.

Los argumentos más infantiles aluden a una tercera guerra mundial gracias a una superioridad tecnológica que en estos momentos simplemente no existe. Como la los reproductores de video Betamax y VHS mostraron durante su batalla en los 1970s y 1980s, no siempre lo que más vende es lo más avanzado – lo vimos de forma más reciente en la batalla de CDMA contra TDMA y GSM.

Paradójicamente es la tecnología el freno que sugirió Paul Kennedy debía existir para que la transición de una hegemonía político, económica y militar se diese de manera natural. La tecnología no crea la crisis, la crisis la crea la erosión del poder económico confabulado con inoperancia política que de manera efectiva pueda dejar en relieve el poder militar que aún se ostenta. Hoy se pelean por fierros que deberían estar estandarizadas y ser interoperables independientemente de quien las fabrique. Se discute la supremacía de las tuberías cuando el verdadero valor tecnológico lo encontramos en lo intangible: aplicaciones y contenidos. Básicamente ese software que atienda necesidades particulares de cada localidad. Algo no tan sencillo de replicar con tan solo plagiar el código fuente.

Desgranar los argumentos tampoco es tarea sencilla, sobre todo cuando da la impresión de que todas las partes involucradas están obteniendo un beneficio de la desinformación. Lo que es claro es que por todos lados solo encontramos victimas pero pocos argumentos sólidos que acompañen tanta lágrima. Lo que si se aprecia es la capacidad comunicaciones de algunos y la inoperancia conflictiva de otros. Paulatinamente un nuevo orden económico se va asentando mientras la reacción es xenofobia, aislamiento e incompetencia.

El mundo está cambiando, la economía continúa siendo el factor más importante pues al final de cuentas es el dinero el que controla los insumos, la logística y la distribución de la producción. Antes que regresar a los antiguos modelos explicativos de la geopolítica y la transición de un mundo bipolar a un presente multipolar pasando por categorías insultantes de cuarto y tercer mundo, hay que hacer un alto y comenzar a incluir entre los actores con poder decisional en el mundo de las relaciones internacionales a las empresas. Sí, a ese mundo corporativo que de forma incremental ha ido fortaleciéndose hasta el punto de dictarle a uno que otro embajador cual es la posición de su país frente a un tema. Estos, como lo hizo Aegon Targaryen, solo pueden arrodillarse ante la supremacía comercial que tienen frente a sí.

Para concluir, durante mis años de universidad un buen amigo griego, siempre me decía algo muy cierto, en la vida la gran mayoría de las cosas se pueden explicar reduciéndolas al valor monetario de las mismas. Olvidémonos del preámbulo de Terminator, recordemos que una cosa son las tuberías y otra la información que se transporta en ellos. Claro que siempre es más fácil jugar al miedo como H. G. Wells, predecir la tercera guerra mundial e inventarse estrategias de vencedores y vencidos.

No sé quién estaría más orgulloso si Goebbels o Sun Tzu.

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