La vida está llena de espejismos, de esos protagonistas con mucha forma y poco fondo. De quienes figuran por figurar aunque sus contribuciones sean banales. Pero la vida es grata y como una balanza nos regala figuras que sirven de contrapeso. Quienes como Edmond Dantès salen de las sombras para dejar su huella por medio de la sutileza de unos escritos o la filosa espada de las palabras.
El mundo de las telecomunicaciones, aunque haya más de un detractor, también es parte de la vida y por eso cuenta con personas que se dedican a pensar lo impensable y siendo insensatos se atreven a comunicar su visión de la realidad. La culpa es de quien se queda callado ante las falencias que va notando en su diario vivir, los resignados a que nada cambiará, los que se admiten derrotados sin siquiera haberse atrevido a pelear. Desgraciadamente, esos componen la gran mayoría de la que en su momento nos advirtió Facundo Cabral.
Afortunadamente el caminar por el mundo de la tecnología me ha permitido conocer en el lugar menos pensado una persona que fácilmente se confundiría con un personaje de novela de Luis Rafael Sanchez, uno de esos con constante algarabía y la precisa irreverencia que le permite andar feliz hasta en la más negra de las circunstancias. Si me preguntarán como es, aventuraría a decir que tiene alma de Caribeño pero por cuestiones del destino ha nacido en la Argentina.
No es casualidad que sea Borges y los escritores del Boom latinoamericano quienes junto con Hemingway y los clásicos griegos adornen su biblioteca o que sea la interpretación de la conquista de Madariaga la primera obra que se le venga a la mente cuando se le pregunta de literatura. Así es Alejandro Prince, viajero incansable y una de las voces más interesantes y respetables del mundo de la tecnología latinoamericana. Una voz esencial para intentar conocer un poco más de esta América Latina tan diversamente similar en lo malo, pero también lo bueno.
Al preguntarle sobre aquello que le llama más la atención, me comenta que hay una crisis de valores en la Argentina. Existe un caos en el que algunos presentan su solución K, otros una solución de centro derecha y otros una liberal. No se piensa, se mueve todo por sensaciones. No se tiene consenso en los diagnósticos ni en las soluciones, simplemente no hay proyecto incluyente por el bien del país. Sobre todo porque la clase política acompaña a los tres grupos, para ellos no hay problemas estructurales.
El rol de las tecnologías de información y comunicaciones (TIC) en este contexto se infiere complicado pues para utilizarlas hay que ser inteligente y saber cuáles son los problemas del país: la 5G no nos va a salvar. América latina está fracturada entre una derecha e izquierda que no hemos superado, no hay punto intermedio. No hay grandes visiones nacionales, ni grandes programas nacionales de desarrollo a largo plazo bien estructurados para que sean autosuficientes. Aunque si reconocer que en Brasil, Chile y en menor grado Colombia hay intentos de un plan concebido para impactar a largo plazo.
Hay que ser conscientes del alcance de la tecnología y separar las aspiraciones de la realidad. Es por tal razón que al referirse al término transformación digital lo describe como un concepto vacío, complejo, una metamorfosis kafkiana que se resume en un precio tecnológico. Recordando la paradoja computacional de Solow agrega que no se entiende a las voces que claman que las TIC siempre producen un salto en productividad cuando la historia económica nos indica lo contrario. La también conocida como paradoja de la productividad de Estados Unidos en las décadas del 1970 y 1980 nos indica que no es tan sencillo demostrar el impacto de la tecnología en la economía.
Existe una simplificación del concepto transformación digital, no alcanza con comprar computadoras o tener una conexión más rápida. Es algo más complejo que conlleva por un lado el cambio de infraestructura de transporte y por otro de la estructura regulatoria y constitucional existente. Ergo, ni el estado ni las empresas por si solos sacarán la transformación. En fin, la tecnología sirve pero no es la solución mágica y hay que estar conscientes de los elementos que la rodean.
Se deben buscar un incremento en el uso de las tecnologías más alineado al crecimiento de lo microeconómico. Comprender el metabolismo de como la tecnología produce cambios y estar preparados a responder preguntas como un ¿de qué sirve la tecnología si el gobierno me mata? ¿Cuáles son las prioridades del gobierno que se deben atender antes de crear un núcleo cognitivo de la llamada “Economía 4.0” que incluya inteligencia artificial, servicios de nube, big data / analítica, realidad virtual / aumentada y blockchain.
Obviamente hablar con una persona que lleva más de veinte años como profesor universitario presenta una oportunidad para indagar sobre el rol de las universidades en las TIC. Con su típica tranquilidad responde que las universidades son sumamente importante para el mundo TIC pero que hasta la fecha la gran mayoría lo viene haciendo mal. Hay un atraso aparente de unos veinte años en el que los posgrados que se crean alrededor de las TIC se enfocan en dar protagonismo a un modelo de ricos y famosos que no aporta a estudiante como sobrevivir en el entorno laboral actual.
Pocas universidades apuestan a carreras híbridas, todo está muy fragmentado y la educación terciaria no enseña a cómo utilizar las tecnologías inteligentemente. Los grados universitarios están muy atrasados en cursos y contenidos mientras que los posgrados se caracterizan por ser muy débiles de contenido, enfocados en proveer un conocimiento que poco o nada ayuda en el mundo real.
Asimismo, la interacción del gobierno con el sector académico es baja. Existe una preocupación con la visión del momento, no hay comunicación entre todos los actores porque los distintos grupos que conforman la academia y el gobierno argentino piensan muy distinto. Los que los une es sencillo: siempre hay aplausos para el que está de acuerdo con el pensamiento de uno.
Ya casi al llegar al final de la conversación, al tratar de resumir sus palabras, Prince me dice en un tono tan serio como melancólico: Argentina podría ocupar un lugar prioritario en el mundo de la tecnología. Hay que quebrar con la creencia de que todo es accesorio: el satélite tiene que ser argentino o las computadoras ensambladas en Tierra del Fuego. Al final todo pasa por una discusión ideológica, lo importante no es ser chauvinista ni demostrar cuán patriota se es. Lo importante es estar conectado, el servicio sea accesible y funcione.
Continua admitiendo que está a favor de una industria nacional pero hay que plantearse cuales son los renglones en donde los argentinos somos los mejores, más allá de lo ideológico. Pensar política a largo plazo como hacer entrar a la Argentina en el mundo 4.0; cómo producir inteligencia artificial y/o como utilizarla. Saltar etapas, el famoso leapfrogging, y comenzar a generar la tecnología del futuro. Predecir correctamente cuales son las tecnologías que se van a desarrollar y utilizar masivamente a mediano y largo plazo, pero asegurar que la economía argentina que no es TIC las utilice.
Finaliza insistiendo que hay que encontrar una visión, un vector donde se encuentra la tecnología que permite el desarrollo del 98% del resto de la economía. En resumen, hay que vender valor.
Luego calla, como reflexionando, y se va despidiendo con la misma euforia de Melquiades luego de visitar Macondo. No sin antes tener la gentileza de regalarme unas amables palabras sobre Puerto Rico, de esas que te crean un nudo en el alma y que agradeces porque al menos alguien en el sur se acuerda de los recuerdos que pueblan mi memoria.
Así me despedí de un conocedor de las telecomunicaciones que quizás en otra vida un mejor lugar para su intelecto habría sido como colaborador en la Revista Sur.
Hermoso articulo, rescataste lo mejor de Ale y tu prosa maravillosa, besotes
Marina,
Muchas gracias por tus palabras y por leer mi blog. Hablar con Alejandro siempre es un viaje de aprendizaje y un grato placer para el entrevistador.
Abrazo, JFO