Uno de los grandes problemas que enfrenta 5G es el sentido de urgencia que algunos especialistas le han otorgado a la tecnología. El mensaje es sencillo, si no has lanzado 5G a estas alturas quedarás relegado a la prehistoria, todos tus vecinos darán un salto tecnológico insalvable y la economía del país se desplomará.
No obstante, este apocalipsis no tiene fundamento. Obvia cuestiones históricas, económicas, científicas y demográficas. Sinceramente, podría decirse que, aunque sean alarmas con la mejor intención de ayudar su impacto inmediato es lo contrario. Asumir de forma inmediata un despliegue de 5G, o de cualquier otra tecnología, sin considerar los cuatro elementos antes mencionados no es solo riesgoso sino irresponsable para cualquier negocio.
Si nos centramos en la parte histórica, encontramos que el promedio de vida de cada generación móvil es de unos 20 años. Sin embargo, cada diez años surge una nueva generación. Esto significa que en el primer año la nueva tecnología, en este caso 5G, tiene una presencia incipiente en el mercado que tardará varios años en madurar hasta alcanzar economías de escala que la abaraten, pero sobre todo que cree un ecosistema de dispositivos a precios asequibles para la población. En el periodo del octavo al duodécimo año de la tecnología anterior, en este caso 4G, es que se ve su crecimiento acelerado y adopción por gran parte de la población.
Según la consultora Counterpoint Research, cuando los teléfonos alcanzan precios minoristas de alrededor de US$ 125 es que comienza la masificación de la tecnología. Una masificación que continúa según avance la caída de precio de los teléfonos y otros dispositivos. Históricamente, los precios de los teléfonos celulares se han demorado entre unos seis a ocho años en llegar a precios asequibles para la gran mayoría de los latinoamericanos. Finalmente, en el vigésimo año las tecnologías anteriores, en este caso 3G y 2G, comienzan a desmantelarse pues los proveedores de equipos ya no producen dispositivos que las soporten.
Centrándonos en América Latina para contrastarla con el resto del mundo vemos que el primer lanzamiento mundial de 3G ocurre en Japón en 2001 pero su llegada a la región tardó cinco años, pues apenas en 2006 se lanza la tecnología en Chile. El primer lanzamiento de 4G ocurre en Suecia y Noruega en 2009, pero no es hasta 2011 que casi de forma simultánea la tecnología llega a Uruguay y Brasil, dos años después del primer lanzamiento. Ahora, los tiempos se siguieron achicando con 5G pues el primer lanzamiento mundial en Corea del Sur ocurre en marzo de 2019 y un mes después Uruguay anuncia servicios inalámbricos fijos comerciales con esta tecnología utilizando la frecuencia de 28 GHz.
En otras palabras, el lanzamiento de 2019 en el país sudamericano ocurre en un entorno donde no existía un ecosistema desarrollado de teléfonos, los pocos existentes superaban los US$ 1000 y las primeras ordenes de dispositivos estaban dirigidas a aquellos operadores que compraban en decenas de millones de unidades y no unos pocos miles. No es casualidad que casi todas las primeras redes de 5G que comenzaron a proliferar en América Latina y el Caribe en los primeros tres años de vida de la tecnología, emulando lo ya visto en Uruguay, se centraran en ofrecer servicios fijos. De esta forma, los anuncios iniciales de 5G en Brasil, Colombia, Perú, Surinam y Trinidad & Tobago se referían a servicios fijos inalámbricos.
Ahora, el desarrollo de 5G contó con dos elementos particulares que no se observaron durante el desarrollo y expansión de generaciones móviles anteriores. Por un lado, surge la pandemia del COVID-19 que paraliza a los sectores productivos relacionados con la fabricación de teléfonos celulares lo que atrasa el desarrollo de un ecosistema para los mismos mientras crea una lista de espera de pedidos ante el cierre temporal de fábricas, minas y diversos medios de transporte de carga internacional. Por otro lado, el enfrentamiento político-económico entre Estados Unidos y China ya había creado una pugna por la disponibilidad de microprocesadores. Este enfrentamiento creó una escasez mundial de este insumo esencial para cualquier dispositivo que desee estar conectado a Internet.
Ante la baja en disponibilidad de microprocesadores, los fabricantes de dispositivos deciden enfocarse en la producción de equipos de gama alta que generan mejores márgenes de ganancia en detrimento de los equipos de menor costo necesarios para impulsar la adopción de 5G en economías emergentes. A cuatro años del primer lanzamiento de 5G, los efectos del alto costo de los teléfonos celulares aún se sienten en la región. Por ejemplo, cifras de la consultora Teleco indican que para mayo de 2023 el 78% de los celulares 5G eran utilizados por líneas con contrato.
¿Por qué es necesario conocer este trasfondo? Simplemente, permite entender que pretender que un operador comience a expandir a nivel nacional una red de 5G sin considerar cuantas líneas se conectarán al nuevo servicio es irresponsable. Cualquier plan de negocio que se centre en obtener un retorno de inversión positivo se acercará a 5G en fases y según vaya creciendo el número de personas capaces de conectarse a la red se expande la cobertura de esta.
Luego están los aspectos científicos. Cuando nos referimos a 5G hay que comenzar a hablar de las leyes de la física pues el insumo principal de la tecnología es el espectro radioeléctrico. La física nos dice que mientras más alta sea la frecuencia, menor elongación de onda. Lo que se traduce a que mientras más alta sea la frecuencia, cubre menos territorio. Por ejemplo, en un lugar plano y sin interferencias una antena en 700 MHz podría dar fácilmente cobertura de unos 12 Km a su alrededor. Ese mismo territorio precisaría entre cuatro a seis antenas si la frecuencia a utilizarse fuese 3,5 GHz.
Estas diferencias son las que observan los operadores al momento de diseñar sus redes y decidir cómo utilizar sus diferentes concesiones de espectro radioeléctrico. Un elemento novedoso que acompaña a 5G es la necesidad de eventualmente utilizar bandas más altas a las tradicionales, conocidas como milimétricas y que apenas ofrecen unos pocos metros de elongación de onda. Pretender que un operador utilice esta frecuencia para servicio móvil es irreal, denota desconocimiento de cómo se diseña una red. Los altos costos de proveer amplia cobertura utilizando bandas milimétricas llevó a un operador a rechazar un bloque de 26 GHz en el proceso de asignación de espectro celebrado en Chile en 2021.
Otro caso interesante es el lanzamiento en dos puntos de Uruguay de 5G, utilizando la espectro en 28 GHz para servicios inalámbricos fijos. La limitada cobertura geográfica de esta frecuencia hace imposible que se utilice para dar amplia cobertura geográfica que soporte una oferta de servicio celular. El altísimo número de antenas requeridas junto a los costos de despliegue llevarían a la bancarrota a cualquier operador. Además, aún para servicios inalámbricos fijos, la oferta para América Latina de dispositivos que soporten bandas milimétricas es sumamente limitada.
Una alternativa que utilizaron algunos operadores para acelerar la llegada de 5G fue la utilización de espectro radioeléctrico que ya poseían y por medio de la tecnología de compartición dinámica de espectro (DSS por sus siglas en inglés) habilitar 5G, ya que permite compartir el mismo bloque de espectro con otra tecnología. Este acercamiento, utilizado en Brasil, Perú y Puerto Rico, tuvo muchas críticas debido a que las velocidades reales que experimentaban los usuarios no eran mucho más rápidas que las obtenidas con 4G. Inclusive, representantes del Ministerio de Comunicaciones de Brasil afirmaron que 5G con DSS no era un 5G real pues no brindaba los beneficios que los usuarios esperaban.
Un problema básico con DSS es que los canales de espectro que precisa 5G para poder tener un desempeño que se acerque a lo que prometen sus características técnicas es cinco veces mayor que el necesario para 4G. Mientras que canales de 20 MHz eran necesarios para tener un buen 4G, para 5G se sugieren bloques de 100 MHz lo que es imposible con DSS. Nuevamente, durante estos primeros dos a tres años de 5G en la región el problema para operadores pequeños, aún con DSS, era garantizar la llegada de dispositivos.
Las dificultades de operadores pequeños para desplegar y comercializar se ilustran mejor con el caso de Aruba, donde en diciembre de 2019 se firma un contrato llave en mano para ofrecer servicio comercial 5G en todo el territorio. A julio de 2023, el servicio 5G aún no se había lanzado comercialmente.
La parte financiera, aunque ya se ha comentado, nos lleva a identificar los costos de despliegue de infraestructura para una tecnología que va a requerir un incremento en el número de antenas que necesita para ofrecer cobertura. Esto se traduce a nuevos tendidos de fibra óptica, procesos burocráticos de aprobación de permisos y la tarea de analizar el mercado para identificar los lugares donde comenzará la comercialización del servicio. Es necesario ir expandiendo la red en fases para garantizar la salud financiera de cualquier empresa, de lo contrario se comprometen la viabilidad económica de la misma.
La investigación no se centra en identificar que segmentos de la población puede pagar por el 5G sino cuáles empresas tienen una necesidad inmediata de la tecnología. Una vez se obtiene esta información el operador puede ver si en realidad hay una necesidad de 5G, ya sea para el consumidor o la empresa, y la mejor forma de solventar esta demanda. A julio de 2023, no hay aplicación móvil para individuos que requiera una conexión mayor a 50 Mbps para su funcionamiento, velocidad que ya se ofrece con 4G. Asimismo, la versión (“release” por su nombre en inglés) 14 del 3GPP ya contempla el incremento de dispositivos conectados por antena que eventualmente en un futuro alcanzará el millón por kilometro cuadrado. Este no es un tema menor, y como escribí en el pasado, muchas personas ignoran que la tecnología móvil va evolucionando constantemente. No es que cada diez años aparece algo disruptivo, totalmente nuevo y distinto.
Ante este preámbulo, ¿cómo se está dando el crecimiento de 5G en América Latina y el Caribe? La respuesta es sencilla: los gobiernos están asignando espectro radioeléctrico en frecuencias que tienen mayor disponibilidad de teléfonos celulares y otros dispositivos para viabilizar el crecimiento geográfico y adopción por usuarios de esta tecnología. No es casualidad que sean los mercados de Brasil y Chile los que vayan liderando en la adopción de servicios móviles 5G en la región pues fueron los primeros en asignar espectro dirigido a impulsar esta tecnología, incluyendo 3,5 GHz. Bloques de esta frecuencia también fueron incluidos en la subasta de 2021 efectuada por República Dominicana.
Asimismo, la mayoría de los procesos que se han anunciado en la región con el objetivo de impulsar 5G incluyen bloques en 3,5 GHz. En lo que va de 2023, esta frecuencia ha sido protagonista en el Departamento de Ultramar de las Antillas Francesas (Martinica, Guadalupe y Guyana Francesa) y Uruguay, pero se espera esta frecuencia sea parte de los procesos anunciados por Argentina, Colombia, Costa Rica y México, entre otros. Los otros procesos de asignación de espectro ocurridos durante 2023, en Guatemala y Perú, tienen por similitud que en ambos mercados algunos operadores ya contaban con espectro en 3,5 GHz, la banda que en América Latina se está posicionando como la de mayor economía de escala a nivel regional.
El camino a 5G apenas está en su fase inicial, asustar a la población con consecuencias nefastas si no se hace un despliegue con cobertura nacional de manera inmediata, sin conocer las necesidades de los usuarios, sin entender el desempeño de la tecnología, de comprender cómo funciona el comercio internacional es irresponsable. No olvidemos que apenas hace cinco años que se hizo el primer lanzamiento mundial de esta tecnología, hay mucho camino por recorrer para que se desarrolle el ecosistema de teléfonos celulares para hacerlos asequibles a la mayoría de la población latinoamericana. Una población donde existían en 2021 según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe unos 217 millones de personas viviendo en condiciones de pobreza y de los cuales 83 millones viven en pobreza extrema; donde según la Organización Internacional del Trabajo había 140 millones de personas trabajando en la informalidad.