La continua innovación que caracteriza a las tecnologías de información y comunicaciones (TIC) crea presión en los gobiernos para que implementen políticas que impulsen su adopción. No obstante, la mayor dificultad es la asimetría que se observa en cuanto al uso de las TIC en la sociedad pues las localidades apartadas, de baja densidad poblacional o con población de limitado poder adquisitivo, presentan obstáculos que dificultan la llegada de las nuevas tecnologías a estas geografías.

Una de las principales lecciones de tres décadas de búsqueda global de soluciones a las brechas digitales, que se multiplican continuamente, es la aceptación de que las diferencias en el uso de las TIC no se resuelven solo con el despliegue de infraestructura. No hay duda de que las redes de telecomunicaciones son un insumo esencial para las TIC, pero lo que determina cómo se achica o expande la brecha digital es el uso que se le da a esta infraestructura.

Pensar que porque un país posee tecnología de punta este inmediatamente entrará en la transformación digital y se diferenciará a nivel mundial de sus competidores comerciales, no es cierto. Es importante saber quién usa la tecnología y para qué se esta utilizando. Una mirada a las Americas muestra a Puerto Rico como uno de los mercados líderes en el despliegue y adopción de nuevas tecnologías móviles, sin embargo, estudios por entidades como el Foro Económico Mundial muestran que la adopción de estas tecnologías por el gobierno puertorriqueño es prácticamente inexistente.

Contrastando con la experiencia de la menor de las Antillas Mayores, mercado donde más del 80% de sus usuarios utilizan servicios 4G y en meses recientes las tasas de crecimiento de líneas 5G son de dos dígitos porcentuales, encontramos a Colombia. La tercera economía de las Américas apenas en 2019 realiza una segunda subasta para impulsar la adopción de servicios 4G (la primera subasta data de 2013), con la esperanza de que esta tecnología represente como mínimo el 80% de las líneas móviles del país a 2024.

Enfocarse en la tecnología desplegada para afirmar el avance a nivel país es un grave error. Mientras en Puerto Rico las autoridades apenas están escuchando los reclamos de numerosos expertos locales en temas de seguridad digital y gobierno electrónico, Colombia es uno de los mercados de las Américas más adelantados en el uso de TIC por entidades de gobierno. Parte de este adelanto se debe a la adopción de políticas públicas que apuntan al desarrollo de todos los sectores de la economía por medios digitales y a un entendimiento bastante claro de la necesidad de incorporar al sector académico, a la sociedad civil y a las empresas en la modernización digital del país.

La creación de un viceministerio de transformación digital, esfuerzos por impulsar el incremento de estudiantes en carreras técnicas y la reformulación de la oferta académica para incluir el impacto de las TIC son solo algunas de las medidas que han sido implementadas en Colombia. Obviamente no todo ha sido perfecto en su desempeño, pero el esfuerzo existe y los errores se van corrigiendo según se va caminando. Como dijo el poeta, “se hace camino al andar”.

La comparativa entre estos dos mercados es muy importante pues contrario a cuando se formula por primera vez el concepto de brecha digital en la última década del Siglo XX, la diferencia existente en uso de tecnologías no se limita a una división entre quienes poseen acceso y quienes no. Así como las redes de telecomunicaciones han evolucionado en estas tres décadas, también lo han hecho las funciones que estas cumplen. La conectividad en la actualidad está intrínsicamente atada a la digitalización de todos los procesos productivos de la economía pues siempre el Estado busca ser más eficiente.

Ante esta realidad de digitalización, los países de América han establecido proyectos que les permitan enfrentar este nuevo paradigma en el cual el mundo digital cada vez se hace más presente e importante en nuestra vida. Uno de estos esfuerzos es el Plan Ceibal creado en Uruguay en 2007 y que buscaba enseñar destrezas digitales a todos los niños del país. Fue precisamente la presencia de este plan el que permitió a este país sudamericano enfrentar de mejor forma los efectos del COVID-19 pues por medio de la plataforma CREA del Plan Ceibal los niños pudieron continuar con su educación de forma remota.

La diferencia entre el Plan Ceibal, que ha ido evolucionando a través de los años para aprender de sus errores, y otras iniciativas de entregar computadores o tabletas en otros países se centra en el desarrollo de contenido educativo, la logística existente para la reparación o reemplazo de dispositivos y la capacitación de los docentes. Nuevamente, con la sola entrega de tecnología no se resuelven los problemas de desigualdad y desconocimiento de las TIC. Hay que entender para poder explicar y explicar para poder entender, para que en algún momento de este proceso se empodere digitalmente a los ciudadanos.

Pensar en la educación digital de las nuevas generaciones es ir preparándolas para esa transformación digital que requerirá de desarrolladores de aplicaciones, de nuevas patentes de tecnología y de nuevos modelos de negocios. La transformación digital no es algo limitado a infraestructura o paquetes de datos, se necesita que el aspecto humano también se prepare para este cambio inevitable. Sobre todo, aprendiendo y reaprendiendo destrezas digitales.

Las autoridades de gobierno al momento de pensar en achicar las brechas digitales, en modernizar las redes de telecomunicaciones y la digitalización de sus segmentos productivos tienen que comprender que una de las grandes consecuencias de la tan deseada transformación digital es que el ecosistema TIC nacional deja de responder puramente a factores endógenos para también ser impactadas por sucesos externos como podría ser el abaratamiento de productos y servicios que compiten con exportaciones locales debido a la utilización de nuevas tecnologías. Una problemática no se soluciona con la modernización de redes de telecomunicaciones en zonas urbanas.

Si regresamos al presente para mirar donde estamos y hacia donde nos dirigimos, nos encontraremos en un entorno donde la expansión en uso de redes 4G y 5G va de la mano con el incremento en capilaridad de la fibra óptica y el aumento de transpondedores en Banda Ka en los satélites con pisada en América Latina y el Caribe. Todas estas plataformas tecnológicas permitirán utilizar de forma ubicua dispositivos que podrían ser utilizados en sectores como la minería, el agropecuario o la manufactura. De esta manera, la falta de conectividad en zonas apartadas representará un deterioro acelerado de la situación económica de los sectores más vulnerables de la población.

Todo lo anterior sin entrar en temas relacionados a los ahorros que podría percibir el gobierno al expandir y mejorar por medio de plataformas digitales servicios de salud, educación y de trámites de gobierno. O las externalidades positivas en cuestiones de derechos humanos y promoción de la cultura que se obtiene con el uso masivo de las TIC.

El tema de la conectividad y el desarrollo digital es bastante complejo y no se resuelve solo con cobertura o regalando dispositivos. Requiere un acercamiento holístico en el que tienen que participar la sociedad civil, el sector privado y los gobiernos. Lo que no puede tolerarse es la inacción o decisiones políticas que nada tienen que ver con el desarrollo nacional.

Solo se podrá subsanar las deficiencias en conectividad de las localidades más vulnerables con el apoyo de todos. Ignorar el problema y no tomar las medidas necesarias para atender las falencias digitales existentes impactará negativamente el desarrollo económico y social de todo el país.

La inevitable llegada de la transformación digital ha eliminado la compartimentalización geográfica típica de los años de una brecha digital entre quienes tienen y no tienen acceso a servicios de telecomunicaciones. Dejar de conectar a los que tradicionalmente han sido ignorados por la sociedad tarde o temprano terminará afectando a los segmentos económicos de alto poder adquisitivo de la población. Hemos llegado a ese punto donde se puede afirmar que digitalmente cada país es un solo organismo y lo que afecte a las partes termina por afectar al todo.

Por eso es tan importante que cada país cuente un plan nacional de desarrollo digital con objetivos claros que aparte de hablar de infraestructura se acuerde de los contenidos, pero principalmente recuerde que el centro de cualquier estrategia de inclusividad digital exitosa debe ser el ser humano.

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