El otro día escuchaba en un evento al presentador leer mi biografía, repentinamente sus palabras me estremecieron al escuchar “cerca de 25 años en el sector”. Inevitablemente la memoria hace de las suyas y me obliga a remontarme a aquellos años donde iniciaba en un mundo mucho menos caótico y complicado del que tenemos frente a nosotros.

No miento, en aquellos años la telefonía móvil aun no llegaba a varios países de la región y la creación de nuevos entes reguladores era el mayor desafío para quienes estaban acostumbrados al monopolio. También fueron años donde comencé a conocer a muchos de esos colegas que aún acompañan en el sendero del análisis y el desarrollo. Muchos de ellos son expertos de alto renombre y gran conocimiento. Son quienes generan gran parte del análisis sobre las tecnologías de información y comunicaciones (TIC) de la región.

Tengo que admitir que el paso de los años me ha dado el privilegio de conocer a estos y otros expertos de las TIC por lo que es muy raro que pase un día sin que entable una conversación con alguno de ellos. Las conversaciones hablan de todo un poco, desde su impresión de la última película de Star Wars hasta el resultado de un partido de fútbol. Sorprendería a más de uno la baja cantidad de barras bravas que hay en el sector…

Como era de esperar, la mayoría de las veces las conversaciones terminan en temas de TIC y telecomunicaciones. Es normal que quiera conocer las perspectivas de personas que llevan décadas analizando el sector y decenas – por no decir cientos – de análisis publicados durante todo este tiempo. Su procedencia es variada, muchos tienen títulos de economía y política pública, otros con diplomas más técnicos del mundo de las ingenierías. Los menos provienen de un trasfondo de humanidades y ciencias sociales que les permite mira con prima distinto muchas de las recurrentes problemáticas de la región.

Tampoco he de negar que cada uno tiene un poco de poeta o al menos de protagonista de alguna tragicomedia griega donde la frustración de presenciar como el terruño particular no se encarrila en el camino correcto hacia la llamada transformación digital se evoca – como era de esperar en la tierra de lo fantástico, el realismo mágico y lo real maravilloso – con la mayor creatividad imaginable para esbozar adjetivos, onomatopeyas y alguna que otra hipérbole. Qué fácil es escuchar al otro, que doloroso es ser el interlocutor en esos momentos.

Pero como ya les había advertido, las conversaciones siempre tratan de temas relacionados a la actualidad del sector de telecomunicaciones y las diferencias que se observan en los distintos países de América Latina y el Caribe. De esta forma podemos ir verificando notas y corroborar sospechas relacionadas con futuras medidas punitivas que responden a un problema político local que solo se resuelve con dinero. El cortoplacismo nuestro de cada día.

En otros lados, hablamos de como siguen aumentando los fondos que teóricamente tendrían que ser entregados por el sector de telecomunicaciones por el simple honor de estar autorizados para ofrecer servicios en tal o cual jurisdicción. La certeza regulatoria es un mito en estas conversaciones que son más comunes de lo que podría pensar la mayoría de las personas.

La charla con los especialistas tiene más de curso de politología que de tecnología. Se llegan a conocer detalles fascinantes como el ubicar una antena móvil dedicada para un expresidente para evitar que este llamase al congreso para que multen al operador que tiene la bendición de tenerlo como cliente.

En más de una ocasión, nos topamos con representantes de gobierno que coinciden en que la forma de actuar que más beneficia a los usuarios y fomenta el crecimiento del sector es diferente a la mandada por el gobierno central. La experiencia me dice que llegado a este punto ya es muy poco lo que se puede lograr. De todas formas, habrá quienes pataleen, lloren, amenacen y luego, lentamente, muy lentamente, acepten que la realidad no siempre va preñada de sentido común.

Un dato que considero increíble es que no importa la nacionalidad ni la especialidad del cerebro de las telecomunicaciones con quien hable tarde o temprano la conversación termina en la identificación de los mismos obstáculos de siempre: analfabetismo, corrupción, pobreza, infraestructura precaria, mala distribución de la riqueza, violencia y criminalidad. No importa el orden, estos elementos siempre surgen como grandes impedimentos para la eventual modernización de los países. Son el demonio que nadie menciona por temor a ser atacado y que aparentemente es demasiado difícil de exorcizar.

Individuos brillantes, comprometidos con el bienestar de su país y de la región tenemos muchos en América Latina y el Caribe pero hasta ahora no son suficientes. Esto tampoco es una novedad, llevamos décadas tratando de que la sociedad civil utilice las nuevas tecnologías para incrementar su presencia y presión sobre los gobernantes. Afortunadamente algunas batallas han sido ganadas, desgraciadamente muchas más han sido perdidas.

Son esas pocas que muestran que es posible emprender el rumbo correcto las que al final de cuentas nos dan la fuerza para continuar. Son las que nos hacen recordar que de cualquier error se aprende una lección y que independientemente de las dificultades que haya que enfrentar algo es muy claro: no puede haber desarrollo sin la implementación de nuevas tecnologías, no puede haber reducción de pobreza y mejora en niveles de educación sin que haya una política de gobierno que promueva la adopción de herramientas digitales para lograr este objetivo.

Quizás sea esta realidad tantas veces olvidadas la que luego de la conversación haga que siempre quede cierto nivel de esperanza. Un deseo que muchas de estas mudas realidades vayan erosionándose según la innovación muestra cada día su papel esencial en el desarrollo de los países, comunidades locales e individuos. Seguimos esperando ese momento de colaboración entre todos los sectores del mercado para crear una agenda que beneficie a todos, principalmente a los niños, especialmente a los más pobres.

Referencias

La imagen es de Pixabay.

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