Nos encontramos en las últimas semanas de 2020, un año atípico que muchos desearían dejar en el olvido. Los pasados meses han tenido como principal protagonista una pandemia mundial que ha influido en todos los aspectos de nuestra existencia. Por un lado, mirando el vaso medio lleno, ha servido para acelerar la adopción de nuevas tecnologías y concientizar a cientos de servidores públicos sobre la importancia de la tecnología como motor económico en mercados donde una cuarentena hubiese significado en el pasado un freno total a toda transacción monetaria.
Por otro lado, mirando al vaso medio vacío, ha potenciado con reflectores la incompetencia de más de un líder mundial que ha decidido ignorar el consejo de los científicos y escudándose en una incomprensible demagogia tomar acciones que han empeorado el impacto del maldito virus conocido como COVID-19.
Un evento del mundo de las telecomunicaciones que ha sido impactado por la crisis mundial es el crecimiento de 5G alrededor del mundo. No tan solo esta tecnología ha tenido que enfrentar promesas exageradas sobre su desempeño a corto plazo, también se ha visto impactada negativamente en la lentitud del crecimiento en la variedad de dispositivos disponibles que funcionen con estas redes.
Mientras en eventos especializados se continúa hablando de un mundo hiperconectado donde la latencia, las grandes velocidades y la capacidad de soportar hasta un millón de dispositivos conectados por kilometro cuadrado, el mundo real se enfrenta a otra realidad. Esta realidad presenta numerosos países con una gran necesidad de espectro radioeléctrico en bandas bajas, medias y altas, pero que no contemplan un proceso de asignación de este insumo a corto plazo. Muestra zonas rurales en las que aun las conexiones de 4G, y hasta de 3G, no han llegado. Es un mundo donde aún un teléfono celular que cueste cincuenta dólares significa un gran sacrificio económico para un porcentaje significativo de la población.
La pandemia con sus trilladas referencias a una “nueva normalidad” que, parafraseando a Atahualpa Yupanqui, se vive solo en “casa del patrón” ha mostrado a más de un gobierno la necesidad todas esas desigualdades que son producto de la pobreza y un desarrollo económico con muy poca equidad en la distribución de sus riquezas. Las acciones necesarias para corregir estos problemas de adopción asimétrica de tecnología no son novedosas e incluyen desde colaboración entre el sector publico y el privada, implementación de subsidios en zonas no rentables, una revisión del marco impositivo, disminución de trámites burocráticos y un combate directo a la corrupción rampante que existe en muchos mercados de América Latina y el Caribe.
La llegada y expansión de 5G es muy necesaria en toda la región, pero hay que controlar las expectativas. 5G al igual que las tecnologías que la precedieron no es una panacea que nos va a solucionar mágicamente todos los problemas de conectividad y mágicamente nos transmutará a ese mundo hiperconectado soñado por tantos novelistas.
El impacto de 5G como elemento de desarrollo dependerá del uso que se le da a la tecnología como componente de una estrategia más amplia de crecimiento que combina uso de herramientas de almacenamiento y analítica con virtualización de redes y dispositivos que incrementen la productividad. Lo anterior sin olvidar la necesidad de capacitar a la fuerza laboral de forma constante, entender que el reaprendizaje en un mundo cada vez más dependiente de sistemas de inteligencia artificial y automatización de procesos.
El cambio paradigmático que promete 5G tiene como prólogo la migración de infraestructura y dispositivos de generaciones anteriores hacia esta nueva red. Este proceso será lento y costoso y se dará de forma asimétrica en las diferentes localidades (vea que no escribo mercados) de la región. El requisito de esta migración será que las empresas con tecnologías anteriores puedan identificar un retorno de inversión claro que justifique la modernización de los equipos que han utilizado por muchos años. Desafortunadamente, sobre este importante detalle poco se habla en la nueva normalidad.
Otro aspecto que hemos observado sobre 5G en los pasados meses es la inmensa desinformación producto de guerras ideológicas, propaganda o simples diferencias políticas. Escuchar algunos reclamos de esta batalla comercial, con más protagonistas que los presentados por los medios, puede hacer pensar a la ciudadanía que existen numerosas tecnologías distintas de 5G con diversos países teniendo algo completamente diferente al de sus competidores. Es decir, las reuniones técnicas de la Unión Internacional de Telecomunicaciones y las publicaciones de entidades como 3GPP no existen. No es lo mismo hablar de variaciones de un producto que hacen distintas empresas a expresar que las tecnologías son completamente distintas. Tal vez aquí aplique el viejo refrán: “no dejes que la verdad te arruine un buen titular”.
Para concluir, es importante colocar a 5G en su contexto apropiado. Por ejemplo, en mercados como EE. UU. dependiendo la empresa de investigación que se consulte el número total de líneas móviles para esta tecnología fluctuara entre 15 y 20 millones. China por su parte debería superar fácilmente los 150 millones de líneas y Corea del Sur superar los 10 millones de líneas.
Sin embargo, cuando comenzamos a mirar de forma mas detallada estas cifras y las ponderamos con población es claro que la mayor adopción de la tecnología se está dando en Corea del Sur con una penetración que excede el 20%, aun con más de 500 mil usuarios dejando a un lado 5G para regresarse a 4G porque, momentáneamente las promesas de los operadores acerca de nuevas aplicaciones y mejor desempeño no han podido ser cumplidas. La disponibilidad de teléfonos podría pintar un 2021 más auspicioso para los operadores estadounidense quienes verán su expansión de cobertura con mayor variedad de teléfonos en sus tiendas en un mundo donde ya la vacuna contra el COVID-19 es un hecho real.
China por su parte continuará manteniendo en términos nominales la mayor cantidad de estaciones base y líneas de 5G, pero cuando se comienzan a hacer números con relación a la densidad necesaria de antenas para ofrecer cobertura similar a la de 4G en zonas urbanas o penetración de 5G en su población ya los números dejan de ser tan atractivos comparativamente. Esto sin entrar a explorar las criticas de distintos expertos que considera que los números reportados de 5G en este país están inflados debido a una metodología de contabilización extremadamente flexible. De todas formas, aún siendo ciertos estos alegatos, no le restan al gigante asiático su poder como habilitador de economías de escala de cualquier tecnología.
Como se ha visto, cada uno de estos mercados puede pintar su crecimiento de 5G como una victoria. Quizás el verdadero ganador sea el que utilice la tecnología para comenzar a cumplir cada una de las promesas de desarrollo económico y social que continuamente escuchamos en foros de tecnología. La red 5G llegará a todos los países y territorios de las Americas, su uso es el que definirá su impacto verdadero impacto en la sociedad. El resto, es llover sobre mojado.
No habiendo desarrollo tecnológico en LATINOAMÉRICA, el 5G se transforma e un elemento de dependencia más. Se presenta como la panacea de todo y ofrece cosas imposibles en la realidad limitada y empobrecida de hoy; pongo como ejemplo la conducción autónoma. ¿cómo se haría en nuestro extenso territorio? A través del MERCOSUR, UNASUR y demás organizaciones internacionales latinoamericanas hay que sumar la capacidad profesional e industrial e intervenir en la investigación y desarrollo de sistemas propios.