Apenas nos acordamos de que hace unas pocas semanas comenzamos el 2020 con una maleta cargada de sueños sabiendo que muchos de ellos quedarían en el camino con el pasar de los días. Tal vez sea en otro año que si se comienza bien a comer saludable y a hacer las horas de ejercicio semanales que nos prometemos hace años.

Otros llegaron al presente año convencidos de que sería el punto de partida para la tecnología que cambiaría el paradigma que históricamente caracterizaba a las redes inalámbricas para servicio celular transmutándolas de su enfoque masivo a uno dirigido más a cosas y empresas, o mejor dicho el 5G sería la plataforma tecnológica inicial para habilitar una transformación digital que demorará décadas en hacerse masiva.

Esta gran responsabilidad fuerza que el modo de despliegue y adopción se diferencie del habitual, ya no se hablará de una cobertura geográfica inmediata para todo un mercado sino de islas que dependiendo de las características y demandas de la localidad tendrán una arquitectura diferenciada tanto en el ecosistema de la red como en las frecuencias a ser explotadas localmente. Los modelos de negocio que hasta la llamada cuarta generación móvil tendrán que evolucionar para adaptarse a una nueva realidad donde el ser humano pasaría inicialmente a un segundo plano.

Casualmente gran parte de lo anterior sería discutido en el foro más importante para las telecomunicaciones inalámbricas, paradójicamente cada vez más dependientes de la fibra óptica, que anualmente se ha ido celebrando en la ciudad de Barcelona, Catalunya, España. Admito que es un evento que encuentro agotador y que si fuese mi decisión lo evitaría pues para mi significa sólo un día libre y diez días con 4 horas o menos de sueño en reuniones donde usualmente no hay una sola ventana. La belleza de Barcelona es anecdótica y se limita a lo que pueda contemplar desde el tren, el taxi o la caminata entre una reunión y otra.

El objetivo siempre es lograr reunirme con la mayor cantidad de gobiernos para ir adelantando la agenda, o al menos incluir en la misma, la visión de que las tecnologías son herramientas para el desarrollo, pero hay que impulsar estrategias para que esto suceda. Nada sucede en un vacío.

Pero como dice la canción: la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay Dios!. Esta vez en forma de un terrible sacudón al mundo de las telecomunicaciones que se veía superado por una emergencia sanitaria que paulatinamente se convertía en pandemia y en el proceso iba desnudando la precariedad de más de un sistema de salud.  De esta manera, la aparición de un nuevo tipo de influenza para la cual aún no se ha logrado desarrollar una vacuna forzó la cancelación del evento en Barcelona ante la hemorragia de participantes que diariamente cancelaban su participación en el congreso.

Entre los factores extralaborales, el viaje tenía una tonalidad agradable pues me tocaría llegar a Barcelona para ver en uno de esos templos del fútbol mundial a un tipo bajito esquivar rivales y con su pierna izquierda clavar alguno que otro gol. Ya todo estaba planeado, los boletos casi en la mano y el rival (sin despreciar nunca a nadie) era accesible, entonces diez días antes del viaje suspenden el evento por un coronavirus que se pensaba había comenzado con alguien comiéndose una sopa de murciélago. El día del partido, al que no pude ir, ese jugador bajito que ha tenido la mala suerte de tener tanto en su equipo como en la selección más de un DT tenebroso decidió meter no uno, ni dos, ni tres, sino cuatro goles. Ni siquiera contra Haití cuando lo vi jugar en la Bombonera del Barrio de la Boca en Buenos Aires hizo tantos goles.

Pasaron los días y el acto de precaución, criticados por más de una persona, vivido en Barcelona pareciera haber comenzaron un efecto dominó en el que actividades de todo tipo comienzan a ser canceladas. Desgraciadamente, las cancelaciones fueron acompañadas de cifras muy frías cuando se leen puros números a la distancia. Es como si no se cayera en cuenta de que cada unidad que va incrementándose representa a un hijo, una madre, una hermana o un abuelo que han perdido la vida. Aquí voy dándome cuenta de lo tonto que he sido en la frivolidad de pensar en la pelota mientras cada vez más personas van enfermándose de una epidemia que consigue más victimas por la desinformación y paranoia.

Nuevamente el mundo digital muestra su inevitable dicotomía enfrentando a la herramienta informativa que llama a la calma y sensatez contra al generador de demagogias que nocivamente exageran los síntomas y promueven la xenofobia con un discurso repleto de temas comunes de las fascistas. La imbecilidad más grande ha sido escuchar a supuestos líderes del mundo libre otorgarle ciudadanía a un virus. El odio se alimenta de lo que tenga a la mano para intentar vender su fórmula. Ante estos casos tan sólo queda pensar en el karma.

Lo peor de toda la desinformación de los fake news son las externalidades negativas que están impulsando con la escasez de insumos esenciales para el tratamiento de algunos males. El acaparamiento desorbitado de algunos productos como el papel higiénico, pues es más importante poder limpiarse de forma delicada algunas partes del cuerpo en caso de cuarentena que contar con otras cosas como comida.

Igual de preocupante es saber como la falta de información, la impericia gubernamental y la carencia de protocolos logísticos para enfrentar una crisis de este tipo abren la posibilidad de tener hospitales desbordados por personas que no están infectadas al llegar pero que son regresadas a su hogar convertidas en portadores del virus. Por otro lado, no hay que olvidar que si un centro médico tiene capacidad para atender de forma simultanea 500 personas y llegan 600 (muchas de ellas sanas) como consecuencia se agotan jeringuillas, sueros o gasas, entre otras cosas.

También implica que, al llegar una persona con una emergencia real, ya sea la víctima de un accidente de auto o alguien que acaba de tener un ataque cardiaco, la gran cantidad de personas haría imposible que este paciente pueda acceder al cuidado médico de forma inmediata.

El coronavirus ya pasó de ser algo que se contemplaba en la distancia, ya se ha nacionalizado y queda en las autoridades responder a las demandas de este nuevo ciudadano al que no se le debe ni ignorar, ni manipular y mucho menos esconder. No hay tiempo para demagogias, se precisan acciones concretas de prevención, educación y contención de esta enfermedad.

Basta de acusar al otro, al pasado o a la misma naturaleza. No es tiempo de excusas, rifas o clientelismo barato sino de liderazgo. Una pena que sea tan escaso por este lado del mundo, sobre todo en la más antigua y poblada colonia del mundo.

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