Las pasadas semanas han sido muy duras. Pocas personas podrían admitir que no se han visto afectadas de alguna forma u otra de los fenómenos naturales que han ocurrido en México. Por un lado, encontramos a quienes han tenido que vivir en carne propia todo el terror de saberse impotente ante la fuerza de la naturaleza. Mientras, otros conocen o han escuchado de alguien que se ha visto afectado.
La naturaleza parece haberse empecinado en batir una y otra vez los mismos destinos. Embate con huracanes y temblores contra la infraestructura del país, como si deseara con tanta adversidad poner a prueba la resiliencia de los mexicanos. Ya cuando el dolor insinúa apoderarse de todos, la solidaridad surge. Hay que lograr, en esta amarga repetición del ’85, reconstruir con más fuerza la parte material de lo perdido.
No todo es idéntico a lo sucedido hace varias décadas. El mundo da vueltas, los pueblos crecen y la tecnología evoluciona. Redes de comunicación, inexistentes en los ochenta, han servido para reducir la angustia de cientos de miles de personas que en poco tiempo lograron contactar a sus seres queridos. Las brigadas de rescate han podido reaccionar de forma más eficiente. La información que se obtiene por medio de las distintas plataformas de comunicación ha sido muy valiosa para las autoridades.
Afirmar que la reacción y las acciones han sido perfectas no es apropiado. Hay muchísimo que mejorar pero demasiado que resaltar, el compromiso de ayudar a unos extraños que en la adversidad son un familiar más al que se le tiende la mano. Las desgracias a veces vienen acompañadas de un sentimiento de hermandad que nos permite tener esperanza en la raza humana.
Algo muy claro ha quedado de tanto infortunio junto, la comunicación es esencial para minimizar la pérdida de vidas. Es necesaria para poder tomar medidas de precaución ante eventos predecibles como la ruta potencial y fortaleza de un huracán. También para maximizar recursos en las labores de rescate necesarias ante un sismo.
Las imágenes de un país que trata de levantarse por sí mismo inspiran a naciones vecinas a tender la mano para acelerar la recuperación. Si como personas no estamos sólo, tampoco como naciones.
La comunicación fue fundamental para reiterarle a todos los afectados cuales eran los números de emergencia. También para pedirles a pilotos de helicópteros y operadores drones que se marcharan de ciertas áreas para poder escuchar a quienes estaban atrapados. Las redes sociales se convirtieron en pizarra virtual donde se comunicaba el paradero de niños, ancianos, mascotas y heridos. Diversos caminos para minimizar la incertidumbre y, como consecuencia, la angustia.
El gobierno junto al sector privado deben establecer medidas para fomentar el intercambio de información en caso de emergencias. Al no conocerse la gravedad de los daños en las primeras horas, ha sido crucial que distintas plataformas tecnológicas de distintos operadores se hayan puesto al servicio de la comunidad sin costo alguno.
El próximo paso es comenzar a reparar daños, urge la normalización y sobre todo aprender de las amargas lecciones de los pasados días. ¿Cuáles son las iniciativas de reacción a emergencias que debe existir? ¿Dónde se comienza la reparación de las redes? ¿Cómo se puede coordinar mejor la comunicación oficial en caso de emergencia? ¿Cómo acelerar el despliegue de infraestructura a través de todas las jurisdicciones existentes en el país?
Algunas interrogantes serán más complejas de responder que otras. Sin embargo, las acciones dirigidas a resolver el obstáculo planteado servirán para mejorar la preparación ante futuros desastres naturales.
Muchos podrán que es muy temprano para buscar cómo prepararnos para el próximo fenómeno natural, sin embargo la imprevisibilidad de estos hace que lo tiempos no sean largos y el seguimiento a los procesos de prevención de desastres se haga a largo plazo.
Que no sea tan fácil estar incomunicado la próxima vez que la naturaleza decida ensañarse con México.
Referencia
Las imágenes son de Pixabay.