Hay ciudades que se erigen como buen perfume a sus visitantes, esas que dejan un recuerdo terriblemente difícil de definir a la lejanía. Son lugares que sobrepasan el simple conjunto de calles y edificios, que logran engendrar desde los más dulces sentimientos hasta los más viles deseos. Ciudades que logran tener su propia personalidad. Buenos Aires es una de estas ciudades…
La fascinación por Buenos Aires podría usarse para explicar su elección como sede de numerosos congresos, incluyendo los referentes a las tecnologías de información y comunicaciones (TIC). La colección de alquimistas que juran poseer la piedra filosofal, actores histriónicos y personalidades serias se juntan para hacer frente a una necesidad de mostrar progreso.
En caravana los recuerdos pasan
Como una estela dulce de emoción,
Quiero que sepas que al evocarte
Se van las penas del corazón.
Ergo, representantes de todos los rincones del planeta comparten experiencias e interrogantes mientras van formulando alianzas inesperadas en su búsqueda por mejorar la condición del individuo.
Mientras en Caminito una pareja baila tango fascinando a extranjeros y los turistas avanzan parsimoniosamente por un pintoresco barrio. Luego de pasar alguno que otro riel los visitantes llegan frente a uno de los símbolos de la ciudad, al menos para el extranjero que desconoce la existencia de otros cuatro grandes, la Bombonera del famoso Boca Juniors. Templo para algunos, infierno para otros, nombre reconocido para bien o para mal allende las fronteras argentinas.
A pocos kilómetros del imaginario de un tango futbolero, muchos se congregan para retomar la discusión pendiente acerca de la necesidad de responder la misma pregunta recurrente de las pasadas décadas. ¿Cómo integrar la tecnología a la política pública para incrementar eficiencias, productividad y riquezas?
Quién sabe si supieras
Que nunca te he olvidado,
Volviendo a tu pasado
Te acordarás de mí
Sentir a Buenos Aires es participar en la irreverencia enciclopédica de sus escritores, en las gambetas de sus futbolistas y en la melancolía del tanguero. Es imposible hablar de la transformación digital, ese vellocino de oro de tantas promesas, sin pasarlo por el filtro de la realidad. La realidad de un país que como si se antojara microcosmos hemisférico vive una infinidad de brechas digitales.
Rupturas de equilibro que al no ser atendidas tienen como consecuencia la creación de un sistema de castas de realidad binaria. La pertenencia a cada una de ellas se define por el tipo de acceso a aplicaciones y contenidos que tiene a su alcance cada ciudadano digital.
Lo interesante de este mundo discriminatorio es la apología explicativa que reduce al mundo digital como uno irreal, por lo que el alegado multi-clasismo no existe. Un mundo tan irreal que con tan solo anteponer un prefijoide como “tele” tiene el poder de expandir servicios de educación, medicina y trabajo a un mayor número de personas.
Ningún político sensato estaría dispuesta a sugerir una realidad donde la carta magna de su país cree ciudadanos de segunda clase. Tampoco un político sensato estaría alardeando sobre sus míticos logros mientras exhibe una tez naranja, pero la dinámica de un país no siempre se recoge completamente en lo que señala un pedazo de papel.
La constitución Argentina, como la de México, Brasil o Republica Dominicana hablan de sus ciudadanos como un ente homogéneo en todo lo relacionado con sus derechos políticos. Nadie está sobre la ley. Todos somos iguales independientemente de nuestro sueldo mensual, logros académicos o lugar de origen. El discrimen se presenta como ilegal, con marcos legales creados para prevenir su proliferación y castigar su uso. Al menos en la teoría…
Cuantos desengaños, por una cabeza,
yo juré mil veces no vuelvo a insistir
pero si un mirar me hiere al pasar,
su boca de fuego, otra vez, quiero besar.
Sin embargo, la transformación digital que tiene como uno de sus numerosos elementos la digitalización de servicios gubernamentales podría alejarnos de esos derechos políticos adquiridos al permitir a un sector de la sociedad – esas castas altas – poder acceder a servicios del gobierno que le son vedados a la minoría que vive en un zona errónea, allí donde la generación móvil aún se encuentra en su etapa cero.
¿Cómo evitar que las múltiples brechas digitales se tornen en una diferenciación en el trato que se da a los ciudadanos dependiendo de la localidad de su vivienda? ¿Por qué dejar de hablar de conectividad para entrar en temas más atractivos como el internet de las cosas o las ciudades inteligentes cuando hay miles o millones de ciudadanos que aún no cuentan con ese acceso tan prometido por sus dirigentes? ¿Qué hace falta para la democratización del acceso? ¿Enfrentar molinos de viento? ¿Esperar a Godot?
Cuando se habla de beneficios de las TIC en medicina, educación, campo laboral y todos los otros sectores productivos se presenta como el gran ecualizador. Esa gran herramienta que permitirá que los hospitales rurales puedan tener la opción de consultar en tiempo real a expertos de zonas urbanas para acelerar el diagnóstico de un paciente. Hasta se soñaba con procesos quirúrgicos de forma remota.
No hay aplazaos ni escalafón,
los ignorantes nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, Rey de Bastos,
caradura o polizón.
Como en un viejo tango cargado de dolor, la realidad se acomoda para mostrarnos como vale más evolucionar tecnológico sin necesariamente haber cumplido con lo estipulado en el discurso anterior. La forma parece ser más importante que el fondo y toda la parafernalia complicada que implica la implementación de medidas de desarrollo tecnológico de forma armonizada para el 100% de la población.
Referencias
Fotos de Pixabay
Letras de los tangos Mi Buenos Aires Querido, La cumparsita, Por una cabeza y Cambalache fueron tomadas del portal Tangos.