Análisis del estudio “La desigualdad y su impacto en el acceso a las tecnologías de la información” publicado por el IFT de México

La lectura es una de esas maravillas de la humanidad que nos permite divagar por lugares lejanos en el tiempo y el espacio. Es la capacidad de inmortalizar los pensamientos, de novelar la existencia y de imponer creencias con interpretaciones históricas. Leer es esa habilidad mágica que nos permite encontrar similitudes en los lugares menos esperados, por ejemplo, las múltiples coincidencias que se observan entre los distintos párrafos encerrados en libros de historia, filosofía, teología o arqueología.

¿Quién no ha escuchado alguna vez el mito de la circularidad de la historia? Ese constante repetir de los eventos atribuido a múltiples civilizaciones del pasado. Ese constante repetir de las cosas, para que como el ave fénix cada nuevo relato, se vea como un renacer y no una repetición. Lo importante no es la memoria sino la novedad, pretender, como saltimbanqui, que se ha roto la historia con la llegada de un hito sorprendente, el eterno retorno del que parlaba Nietzsche contrariando a Borges.

El mundo de las telecomunicaciones está lleno de estos momentos, donde creemos que se acaba la historia dando cabida a un panorama distinto, donde, parafraseando a Fukuyama, la evolución ya ha logrado su cúspide. Pero la vida siempre juega a darnos un golpe de realidad que nos reacomoda para ver todas las posibilidades existentes como si fuésemos discípulos del Doctor Strange.

Quizás por esta razón es que cada década reformulamos la narración para decir lo mismo, pero evolucionando el discurso para incorporar, entre otras cosas, la innovación tecnológica si es que hablamos del mundo de las telecomunicaciones.

De esta forma, cuando el tema de la brecha digital comienza a tomar importancia en foros multilaterales en la década de los 1990s, observamos el inicio de la proliferación de estudios estableciendo la correlación entre la adopción de los servicios de telecomunicaciones con el crecimiento del producto interno bruto (PIB) de un país.

Los estudios iniciales hablaban del impacto de la telefonía, y casi de forma inmediata el foco del impacto se centró en los servicios de banda ancha, ambos servicios ofrecidos por redes fijas, mayormente alámbricas. No se ha acabado de promocionar la importancia de los servicios de banda ancha fija cuando estudios similares comienzan a surgir, primero enfocados en telefonía móvil y luego, replicando al mundo fijo, los servicios de banda ancha móvil.

Lo interesante de estos estudios es que siempre hablan del impacto que tendría el crecimiento en adopción de unos diez puntos porcentuales en el crecimiento anual del PIB del país. ¿Pero por qué creer una narración de más de treinta años? Las telecomunicaciones han ido evolucionando por lo que es lógico que los beneficios acompañen a cada nueva generación tecnológica que mejora la manera en que los seres humanos nos comunicamos.

También hay que considerar que la correlación no provenía de la nada, entidades como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Banco Mundial, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la Escuela de Negocios de Londres, la Universidad de Columbia, y cientos de otras entidades han publicado estudios sustentando la misma conclusión: a mayor conectividad, mayor beneficio para la población.

Tal vez por esta razón, cuando hace unos días llega a mis manos el estudio publicado por la Coordinación General de Política del Usuario del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), “La desigualdad y su impacto en el acceso a las tecnologías de la información” mi reacción fue moderada, no de celebración, contrario a Pangloss, estoy convencido que estamos lejos de vivir en el mejor de los mundos posibles.

El estudio obviamente tiene aspectos muy positivos. Presenta desde una entidad de gobierno las falencias de conectividad que existe en cada unidad federativa del país. Asimismo, en lugar de centrarse en el servicio donde la cobertura se posiciona como la principal métrica a considerar, el estudio finalmente considera la presencia de dispositivos. De manera oficial, se da importancia a los elementos que debe tener el usuario para poder acceder a los servicios de telecomunicaciones que se ofrecen en México.

Otro aspecto importantísimo, es que el estudio sirve como punto de referencia para otras naciones de la región. Muestra lo que se puede lograr de manera precisa con la creación de una buena base de datos que brinde información a nivel estatal y municipal, no solamente de forma agregada para un país. Lograr el detalle posibilita que se pueda identificar con mayor facilidad las localidades donde urge mejorar la asequibilidad a los dispositivos de telecomunicaciones.

El valor de este estudio es que desde una institución de gobierno surge un análisis que replica y confirma lo que desde hace años se viene afirmando desde la sociedad civil y el sector privado. Se incrementa la credibilidad de los reclamos por una estrategia nacional de desarrollo de las telecomunicaciones que vaya más allá de la cobertura y mire también a los dispositivos, como hace unos pocos meses publicó la GSMA América Latina en su estudio sobre Brechas de Conectividad en América Latina publicado en marzo de 2023.

Sin embargo, quienes conocen cómo funciona el ecosistema de telecomunicaciones y de las tecnologías de información y comunicaciones (TIC), entienden que la diferencia entre hablar de adopción de un servicio y hablar del incremento en número de dispositivos asequibles para un hogar, es mayormente cosmética. Sin nuevos dispositivos, no puede haber crecimiento en la adopción. Es mostrar la misma pintura desde un ángulo distinto e intentar venderla como si fuese una creación diferente.

Ahora, es sumamente importante mencionar que México, a diferencia del resto de los países de las Américas, cuenta con dos entidades que hacen una evaluación anual sobre la adopción de TIC y telecomunicaciones por cada estado del país. Estas dos entidades actualizan sus reportes anualmente, siendo sus ediciones más recientes las correspondientes a 2022, mientras el estudio del IFT muestra cifras de 2020.

El Centro de Estudios e Investigación en Asuntos Públicos que lidera el expresidente de la extinta Comisión Federal de Telecomunicaciones, Mony de Swaan, publica su Evaluación de Política Digital Estatal, siendo la última edición de julio 2022. Asimismo, el Centro México Digital que lidera la exsubsecretaria de comunicaciones, Salma Jalife, publica su Índice de Desarrollo Digital, siendo la edición más reciente la correspondiente a 2022.

Lo ideal es que las autoridades que toman decisiones de política pública aprovechen el privilegio de contar con tres entidades que desde sus diversas perspectivas evalúan la conectividad, adopción de servicio y las carencias que vive la población. Los tres estudios muestran que un acercamiento donde México es una entidad que se mide de forma agregada es erróneo, hay que escuchar las carencias de las distintas localidades.

Tal vez el mayor fallo que tiene el estudio del IFT es la falta de recomendaciones para resolver los problemas que ha identificado. No es lo mismo leer estas recomendaciones desde la autoría de un órgano regulador que de entidades sin fines de lucro o consultoras. Sin sugerencias de cómo arreglar lo que no está funcionado el informe se reduce a ser un nuevo tomo de la interminable colección de diagnósticos sin receta que abundan en la industria como consuelo de tontos.

Si lo importante son los dispositivos, ¿por qué no se recomiendan menores tasas impositivas para los mismos? Esto no es algo nuevo, hace más de 15 años países como Brasil y Colombia comenzaron a eliminar los impuestos de celulares y computadores para facilitar su compra por los usuarios. La provincia de San Luis en Argentina ofrece incentivos fiscales a quienes compren computadores. Estos apenas son algunos de los pocos ejemplos que se pueden identificar alrededor del mundo en términos de políticas para eliminar la brecha digital e impulsar la adopción de nuevos servicios.

Sin embargo, “Dios le da pan a quién no tiene dientes”. México, con tres estudios sobre adopción de tecnología por entidad federativa de libre acceso, aún carece de una estrategia de conectividad nacional. Igual, insisto que la mejor manera de acabar con la brecha digital es eliminar la pobreza y fomentar la educación. Pero “soñar no cuesta nada.”

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