La evidencia empírica muestra que la llegada de 5G ha eclipsado la de todas las generaciones móviles que le precedieron. Solo basta con consultar las cifras de crecimiento de líneas conectadas de LTE para ver que luego de su lanzamiento inicial en 2009, esta tecnología alcanza mil millones de líneas activas en 2015. Contrastando, los lanzamientos iniciales de 5G ocurren en 2019 y según consultoras como OMDIA, Global Data o IDC, esta generación móvil estaría alcanzando los mil millones de líneas en 2022; prácticamente la mitad del tiempo.

Mientras la evidencia anecdótica nos muestra quejas sobre la lentitud en el arribo de esta tecnología a América Latina. Como la percepción es quien gana estas batallas, es muy común encontrar en todos lados voces evocando a la mítica Casandra y recordando el crimen nefasto que se está cometiendo por el inverosímil atraso en la llegada de la quinta generación móvil a nuestras tierras.

La llegada de 5G es inminente y más pronto que tarde se estará ofreciendo el servicio en todos los mercados de las Américas. No obstante, el cronómetro de despegue no será simétrico ni a nivel regional, ni a nivel nacional. La sorpresa no es que esto suceda, es lo que siempre se ha observado con una nueva tecnología sea inalámbrica o cableada, sino que se sorprenda por el despliegue en fases que pudiese tener 5G.

La memoria colectiva siempre es muy corta. Sobre todo, cuando decide obviar el presente de los servicios móviles en América Latina donde aún hay zonas en las que el único acceso posible es por medio de redes de segunda generación. En esas localidades el tiempo se ha paralizado. Nos encontramos potencialmente con un escenario en el que a menos de que ocurra una actualización tecnológica, que incluya el parque de dispositivos utilizados, pronto veremos visitantes que no puedan conectarse a las redes locales debido a que su tecnología es demasiado antigua.

Sin embargo, la llegada de 5G no ocurre como por arte de magia. No es simplemente colocar una nueva red móvil y súbitamente está funcionado a perfección la tecnología. Hay muchísimos aspectos que deben ser contemplados para poder justificar un lanzamiento que sea comercialmente viable. Por ejemplo, se debe dejar a un lado la visión errónea de que 5G es una sola red en lugar de un ecosistema de distintas tecnologías, muchas de ellas ya siendo utilizadas en el mercado, que necesitan insumos específicos para poder cumplir con los parámetros de desempeño que se esperan de ellas.

Desde la agregación de portadoras, que precisan de espectro radioeléctrico suficiente para poder funcionar, hasta la presencia de una red alámbrica preferiblemente de fibra óptica. Estas condiciones nos indican que las zonas apartadas de América Latina no cuentan con los requisitos más básicos para un despliegue inmediato de 5G. Este pequeño detalle, tan ignorado, es el que hace que muchas de las promesas sobre cómo esta generación móvil será la panacea esperada para acabar con la desigualdad digital, que permitirá cortar de raíz la proliferación de brechas digitales y comenzar a empoderar a la población con destrezas digitales; sean discursos etéreos con poca probabilidad de hacerse realidad.

No es un asunto de la ley de la atracción que con tan solo desear conectividad para impulsar desarrollo por medio de las TIC, esto ocurrirá. Se requiere inversión, una política pública a largo plazo y muchísima voluntad por parte de los principales actores del mercado: el gobierno, el sector público y la sociedad civil.

Una vez sorteada la parte de la infraestructura el desafío es el proceso burocrático, ese batallar por la autorización de permisos que en algunos lados puede estar armonizada y en otros lugares requiere de milagros. Un milagro en los municipios, otro en las aduanas y otros en el legislativo para que no se les ocurra ser creativos en la parte impositiva y comenzar a imponer regulación tarifaria sin considerar la estructura de costos de un proveedor de servicios móviles, un elemento que puede cambiar de localidad en localidad. Pensar que regular servicios se puede hacer sin contemplar las más básicas reglas financieras e ignorando los principios más elementales de la economía son, como se ha observado en Venezuela, una receta para el desastre. Es ir construyendo un harakiri regulatorio que, como se observa en un país del Cono Su,r solo sirve para causar estragos.

Nada es gratis en la vida, y si se impone la oferta de un servicio por debajo de su costo de producción alguien tiene que asumir esa pérdida. Especialmente si no se establecen programas de subsidio como parte de una política de inclusión bien pensada y autosostenible para que sea un viable a largo plazo.

Finalizados estos dos pasos iniciales, 5G comienza una batalla logística en donde las economías de escala se hacen necesarias si lo que se busca es incrementar rápidamente la adopción de la tecnología. Temas que son pertinentes tanto en el mundo intangible de aplicaciones avanzadas y software dedicado hasta el tangible de teléfonos, sensores y otros dispositivos. Sin un artefacto con el que poder conectarse a la nueva red, su utilidad e impacto serán nulos.

Según Counterpoint Research, Colombia a fines de 2020 había 29,6 millones de celulares capaces de conectarse a una red 4G o el 44% del total de teléfonos celulares en funcionamiento en ese momento. La lógica diría que dentro de ese 56% de la población que no podía conectarse a 4G encontramos a los segmentos mas vulnerables del país. Los de menor poder adquisitivo o los que viven en zonas de baja densidad poblaciones. Dicho de otra manera, los que necesitan con más urgencia beneficiarse de las promesas que ofrece el mundo digital en temas de gobierno electrónico, telesalud y una teleeducación que les enseñe destrezas digitales.

El conjunto de todas estas razones y circunstancias tan reales en América Latina las que hacen urgente que los pedidos y reclamos por 5G respondan una pregunta muy sencilla: ¿5G para qué? ¿Cuál es el propósito que va a cumplir 5G con su llegada? ¿Cuál es el beneficio inmediato? ¿Qué medidas están implementando los gobiernos para allanar su camino y poder lanzar iniciativas que maximicen esta tecnología?

No todo es desolación, iniciativas gubernamentales en Brasil, Colombia y Chile buscan impulsar el desarrollo de productos y aplicaciones que puedan potenciar a 5G. Para lograrlo, en Colombia, por ejemplo, se ha pedido a los interesados a que presenten propuestas para que puedan hacer pruebas de la tecnología. En Brasil y Chile,se ha establecido una colaboración con universidades locales para que contribuyan con su conocimiento en la búsqueda de soluciones a problemas que enfrenta el país,..

Hay que saber cuál es el modelo de negocio que se espera sea atendido con 5G a corto y mediano plazo pues es precisamente este el que definirá el proceso de llevar cobertura ya que presentará las condiciones necesarias que debe tener una localidad para ser sumada a la cobertura de la nueva red. Pensar un modelo de negocio implica considerar otros aspectos además de las velocidades más rápidas a las del presente, pues la promesa de 20 Gbps no ocurrirá a corto plazo. Así como la promesa de 1 Gbps de LTE no se cumplió en su lanzamiento en 2009 y en la gran mayoría de los lanzamientos a nivel global, por no decir todos, aún no se ha materializado.

¿Acaso el modelo de negocio es interno en cuestión de reducción de costos operativos? ¿Cuál es el diferencial que me ofrece 5G para justificar el erigir una infraestructura con una densidad de antenas diez veces mayor a las de una red de 3G? ¿Por qué pagar por un espectro adicional que no me sirve para diversificar mi cartera de servicios? Dicho de otra forma, cuál es el negocio que brinda 5G al operador, que no es lo mismo que decir qué servicio le brinda 5G al consumidor.

Al momento de pensar en el modelo de negocios que trae 5G a los operadores hay que considerar que dado a su rápido despliegue alrededor del mundo la demanda por la tecnología ya no surge de los canales tradicionales. Sí, la demanda por el sector empresarial y el sector masivo aún existe en los mercados. El giro es en cómo esta demanda se complementa por el origen de la necesidad de poseer 5G.

Contrario a lo visto hasta el momento, 5G al tener mayor capacidad de conectar dispositivos puede ser vista como una red necesaria para impulsar la digitalización de algunos segmentos verticales de la economía. Segmentos como energía, finanzas y logística se prestan como pioneros en el despliegue de soluciones industriales del Internet de las cosas. Por otra parte, dependiendo el nivel de sofisticación de la industria manufacturera local, la demanda puede surgir de nuevos parámetros técnicos que requieren que la nueva generación de dispositivos pueda operar en redes 5G, necesitando de la existencia de estas para hacer las pruebas necesarias con los nuevos equipos.

El costo oportunidad de no atender ni la demanda por 5G de origen interno, ni aquella que se deriva de los requisitos impuestos por clientes internacionales, puede llegar ser muy alto para cualquier país latinoamericano. Frente a esta realidad, antes de pregonar la necesidad de 5G y hablar de manera etérea de las miles de oportunidades y bondades que posee la tecnología, sería más sensato pensar en las soluciones y servicios que serían potenciados con 5G.

Como dice la canción, “no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar.” 

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