Tengo miedo. Miedo de vivir en un mundo que rápidamente se enamora de la intolerancia. De estar presenciando como los prejuicios raciales dictan las decisiones políticas. De encontrarme en las postrimerías de una cacería contra quienes no se amoldan al perfil predeterminado de los líderes.
Sí, tengo miedo de presenciar en carne propia el eterno retorno de antiguas civilizaciones. Vivimos en una época donde no queremos escuchar opiniones discordantes. No nos interesa leer y mucho menos pensar críticamente. Luego de pocos segundos la atención comienza a deteriorarse pues nos cuesta tratar de entender todo aquello que no esté digerido y suministrado en capsulas audiovisuales. Para eso, buscamos aquellos productores de contenido que miren al mundo desde la perspectiva propia. Lo diferente se rechaza, no sirve e infesta.
El mundo digital nos regala la capacidad de vivir en ese tipo de burbuja, una sociedad de micro-realidades paralelas que interpretan el mismo evento desde contextos totalmente disimiles. Lo que hace falta ya no es información sino humanidad. Esa humanidad que nos aleje de un fin que justifica los medios, de la megalomanía, del racismo y la xenofobia. Una humanidad en la que el ser humano sea el elemento central y más importante de cualquier política o decisión.
Paradójicamente, cuando el acceso a la información es más fácil es que más perdidos nos encontramos. Goebbels estaría feliz de ver como sus doctrinas de la desinformación sirven para justificar actos que en cualquier otro momento histórico de los pasados cincuenta años habrían sido definido como generados por el odio. Aquí las redes sociales tienen, como el jardín de los senderos que se bifurcan, dos objetivos primordiales.
Para algunos, el camino los lleva a usar el mundo digital como herramienta de investigación que ayuda en develar la verdad. Para otros, su camino los lleva a ver en el ciberespacio la mejor avenida para difundir su propaganda, justificar sus mentiras y presentarse como salvadores de la tragedia del presente. Como bien lo dijo Mussolini antes de instalar un gobierno fascista en Italia y de ser plagiado en el presente: hay que drenar el pantano.
Pero drenar el pantano encierra múltiples significados. Cándidamente pensamos que se refería a combatir la corrupción y los denominados “intereses creados” que permean en todas las facetas e instituciones de gobierno. La realidad de los nombramientos nos fue mostrando como el pantano era un eufemismo más cerca del fascismo alemán que del italiano. Drenar el pantano súbitamente implicaba llenar los puestos de gobierno por aquellos dispuestos a obedecer sin cuestionar. El vil clientelismo había regresado cargado de resentimiento.
Poco tardó para que gracias a Internet vimos que el proceso de drenar el pantano del presente tenía otro foco. Se refería al otro, al supuestamente diferente, a aquel que no posee la misma dignidad de los gobernantes o sus feligreses. Así drenar el pantano comienza con atisbos tales como llamar a los mexicanos drogadictos, violadores y ladrones. Muchos otros latinoamericanos, pensando que no era con ellos, simplemente miraban a otro lado. Por una muy buena razón aquella carta escrita en Jamaica por un venezolano que arropó su sueño de unidad con ese toque de realidad que brinda la imposibilidad.
Mientras el odio y las mentiras iban abarcando las plataformas de comunicación, aquellos que estúpidamente se pensaban diferente o hasta superiores (la imbecilidad tiene esas cosas) y decidieron mirar a un lado no se daban cuenta que la generalización es un elemento intrínseco del prejuicio. Para el ignorante, para el xenófobo, para el que aborrece a quienes no son similares a él, cualquier individuo latinoamericano que hable español en los Estados Unidos es mexicano. El tiempo ha demostrado la estupidez de quienes se pensaban que un puñado de papeles certificando residencia o ciudadanía eran elementos de protección ante la oleada de aborrecimiento y creacionismo que arropa a la otrora mayor economía mundial. ¿En serio pensaban que llevan en la frente una señal que dice documentado? No se puede ser tan ciego.
Claro que siempre hay incrédulos. Por eso drenar el pantano en su nuevo significado implicó humillar a los puertorriqueños durante la mayor tragedia causada por la naturaleza en más de ochenta años. Descaradamente se afirma que su dolor no es importante, que no hubo tragedia y que son una carga económica para el resto del país. Mientras los cadáveres recientemente sepultados desaparecían de los cementerios para nunca ser encontrados (el de mi tío, por ejemplo) y la tasa de mortalidad de las personas mayores a sesenta años se disparaba exponencialmente durante los próximos seis meses (mi madre, por ejemplo) el líder local aguantaba la humillación sonriendo al lado de su líder.
Humillación soportada por el gobernador colonial que se presentaba al mundo totalmente sometido a un amo al que hay que complacer siempre aunque esto parezca ser una traición a sus compatriotas. Cuando se afirmaba en su presencia que no había tragedia, su respuesta fue silencio; cuando se acusa a los puertorriqueños de desajustar el presupuesto nacional, su respuesta fue silencio; cuando descaradamente reparte papel toalla a las masas como si jugase baloncesto, su respuesta fue silencio. Un gobernador, un títere, una marioneta hecha para obedecer al Norte mientras en el Caribe intenta un populismo mal sano que deja un sabor a traición entre los puertorriqueños, Un espectáculo que a muchos le llegó a inspirar vergüenza ajena.
No satisfecho con su deseo de drenar el pantano atacando a los latinoamericanos. La caricatura de líder desahoga su aborrecimiento de los otros al pronunciarse contra Haití y naciones del África, simplemente son desde su perspectiva “países de mierda”. Comentario que fue acompañado de un deseo de recibir más inmigrantes de Noruega. Drenar el pantano repentinamente tenía un toque de melanina no abiertamente discutido, pero que indudablemente se desbordaba a través de los innumerables videos que reproducían la imbecilidad de estas palabras. Lo peor, el apoyo que sus palabras encontraron en el pueblo. La defensa del insulto de quienes valen menos que un plato de lentejas.
Personalmente no me queda ninguna duda, la política oficial es la xenofobia, el racismo y el enriquecimiento personal de quienes ostentan el poder. La lealtad a la constitución es un mito, hoy día la lealtad se mide en que beneficio se puede obtener. El nepotismo ha regresado triunfalmente y el pueblo parece cada vez más lejos de un líder que felicita dictadores y traiciona a quienes abogan por los derechos humanos.
De esta forma, drenar el pantano ha evolucionado su significado. Ahora tiene como principal objetivo la expansión de una muralla en la frontera sur, entre México y Estados Unidos. Esa panacea a todos los problemas de un país que se rehúsa a la introspección. Un muro vendido a precio de mentiras y sembrando odio. Un odio que indudablemente resulta en violencia contra los inocentes, usualmente por parte de aquellos que rechazan educarse y verificar cuanta verdad hay en las afirmaciones de quienes a fin de cuentas quieren impulsar una agenda personal. Así gran parte del pueblo se llegó a creer que el muro lo pagaría México. Mentira repetida con un tono de desprecio hacia los mexicanos que exaltaba a las delirantes masas de sus seguidores.
Sin embargo, no todo es locura en “the land of the free and home of the brave”. Los constantes fracasos políticos han llevado a la administración a polarizar la opinión pública adoptando la construcción de la muralla en la frontera sur como la promesa de campaña más importante. Claro cuando las iniciativas de política pública nacional y las relaciones internacionales son un desastre lo más conveniente es jugar con las emociones para crear un apoyo ciego y viral.
Que mejor emoción para manipular que el odio, deshumanizar al objeto que debe ser rechazado hasta llevarlo al extremo de decir que nos puede contagiar, infestar, o sea, despurificar. No importa que la historia nos enseñe que las grandes masacres, sí, los grandes asesinatos en masa, fueron precedidos de la deshumanización de las víctimas. Pero el apoyo al muro tardaba en aparecer.
Se precisaba un catalítico lo suficientemente fuerte para torcer el brazo de los deractores. Algo lo suficientemente poderoso para forzar la genuflexión de la oposición. De esta forma, se fue engendrando el más vil de los chantajes, falsear la realidad por medio de una demagogia que justifique separar a los migrantes indocumentados de sus hijos. Informar a la legión de opiniologos a sueldo que lo mejor que le puede suceder a un niño es ser separado de sus padres.
Ante tanta desesperanza y desesperación en el mundo real, el mundo digital aparece como impulsor de un ejército de indignados. Fotos, videos y audios narrando la realidad de más de 2300 niños – algunos de menos de un año de edad – que han sido separados de sus padres han tocado la fibra más personal de millones de individuos. Escuchar los llantos de niños de El Salvador y Guatemala ante las burlas de un oficial hispanoparlante (hay personas que inspiran asco) es simplemente desgarrador. Saber que fueron separados a base de mentiras que prometían un plato de comida, agua o una ducha causa una rabia profunda, una rabia que se desborda en lágrimas inconscientes ante fotografías de niños enjaulados, hacinados y amenazados como viles delincuentes.
Como era de esperar, las imágenes incitaron una condena mundial a tan crasa violación de los derechos humanos, a la violación de los más básicos principios de la ley internacional en lo relacionado a la protección de los niños. Las acusaciones de racismo e hipocresía no se hicieron esperar. Tampoco el rechazo oficial culpando a su oposición. Mentiras sobre más mentiras, fue la reacción oficial. Excusas que intentaban disimular el inherente prejuicio de sus palabras. Burlas hacia quienes entran, deshumanización, vender la idea de una superioridad que rememora los peores preámbulos de la historia.
La solución sugerida es la construcción de una muralla, que no entren a contaminar la sociedad. Hacer America grande nuevamente requiere el desprecio. Un desprecio que fue justificado por el mismo pasaje bíblico en Romanos que durante el siglo XIX se utilizaba para defender la esclavitud. Defender la separación de los niños de sus padres con el mismo discurso utilizado por estadounidenses en sus campos de concentración para japoneses, en la propaganda nazi sobre los campos de concentración. Ni en la guerra sucia se utilizó un discurso oficial para justificar la separación de bebés como política oficial del estado, esa canallada fue silenciosa.
Afortunadamente, la demagogia no fue suficiente. Las imágenes fueron demasiado fuerte para mantener un apoyo ventajero de aliados que viven buscando el mejor momento para traicionar. De esta forma, la imagen de una niña llorando, los testimonios de azafatas que valientemente narraban el miedo en el rostro de los infantes que eran trasladados a centros de detención en otros estados y las imágenes de chiquillos enjaulados fueron suficiente para derrotar la megalomanía de quien admira dictadores se codea con asesinos.
El mundo digital transmitió con furia la realidad de más de 2300 niños apresados por las autoridades estadounidenses, 2300 puñaladas que sirvieron para derrotar una de las medidas más aborrecibles de la historia del llamado campeón de la democracia y derechos humanos. Por el momento los responsables del odio tendrán que encontrar otra medida que les ayude a chantajear a las personas necesarias para lograr obtener la construcción de ese muro tan deseado y costoso como inútil. Queda rogar por la reintegración de los niños con sus padres, algo que ya se sabe imposible por al menos una vida perdida en el proceso.
Yo me quedaré pensando que cada lágrima derramada atrapa miedos, traumas y rencores. Cada lágrima lleva consigo la cobardía de los líderes electos que aparecen cada cuatro años buscando votos y dinero de la comunidad latinoamericana. Espero que no olviden que los más de 2300 niños prisioneros representaron más de 2300 puñaladas hacia su política de odio.
¿Y si los niños migrantes llegaran de Noruega, Suecia y Dinamarca también los habrían apresado?
Referencias
Imágenes de Pinterest.
Excelente artículo José!